Ideas sueltas

Cae la noche sobre mis hombros. Prendo un cigarro sin el deleite de quienes saben fumar: despacio y con los ojos en la esperanza. Escribo unas líneas y vuelvo a encenderlo… un sabor amargo recorre mi garganta. El humo ligeramente saliendo por mi espalda, como escapando de mis sentidos. Ya desde hace un tiempo solo el instante que dura el golpe es placentero, después viene un sabor pesado en mi lengua que trato de diluir con un café… ahorita con coca cola.

Pasé muchas noches viendo el techo. Buscaba alguna respuesta a interrogantes profundamente difusos. Escuchando los ladridos de los perros y recordando la escena famosa de un cuentista famoso… Y pensando que en ese momento lograba una conexión con mi interior. Siento los dedos fríos por el viento que enfría mi cuello. Se nubla mi vista y mi mente se va perdiendo hacia los dos martinis que me bebí antes de comer. Un sorbo me refresca.

Dije que a partir de hoy no fumaría. Pero vuelvo a caer. Me creo circunstancias propicias para justificar el cigarro en mis dedos, con chupadas que simulan un placer que se ha ido ya hace mucho tiempo. Ya viene llegando el rebote de mis pulmones. Seis y medio kilómetros en la mañana que destrozo con 10 chupadas de humo. Bien.

He tenido etapas intermitentes de ideas claras. Por eso escribo. Con la esperanza de encontrarlas. ¿Están aquí? Estuvieron en algún momento o cuando menos estuvo la sensación de contar con una claridad de las cosas. Consciencia de mi en el mundo. De los demás, de mi vida sin sentido y de mi dolor por saberlo.

Así empiezo este diálogo sordo. Con ideas sueltas que a nadie interesan.