Jueves ordinario: diálogos sordos o cómo hacer varias cosas sin terminar alguna

coolbackground3sp

Una de las características del ser humano gira en torno a nuestra admirable facilidad para formarnos juicios con unos cuantos factores que podrían ser insuficientes. Lo hacemos continuamente al observar y ¿criticar? a otras personas; al intentar solucionar algún problema cotidiano, laboral o familiar; en el proceso de decisión para votar por algún partido o no votar, o anular; al seleccionar algún libro; al acercarnos con un grupo de personas o alejarnos de alguna en particular; en fin, la formación de estos juicios nos permiten reducir la incertidumbre inherente de la realidad y llenarnos de valentía para tomar decisiones o formarnos opiniones. Así, de manera natural y casi siempre apalancados más en la intuición que en un proceso más o menos rigorista.

Por tanto, en este jueves evitaré a toda costa que mi juicio interfiera en las líneas o entre las líneas; bueno, ni siquiera existirá una inclinación ni crítica por los comportamientos que hemos adoptado en el momento de relacionarnos y tratar de comunicarnos. Serán unas cuantas descripciones, objetivas, que su único fin consiste en provocar la reflexión.

  1. El teléfono suena. Estás en una reunión. Tu interlocutor está exponiendo la necesidad o problema por el que pidió una cita contigo; te está revelando los puntos críticos y -cuando empieza a desarrollar su pedido-  suena tu teléfono. Volteas a ver el identificador de llamadas (primera distracción), tu interlocutor pierde el ritmo, pero continúa su exposición, pues está apunto de llegar; tú mueves nerviosamente los ojos hacia él y nuevamente hacia el aparato (segunda distracción); murmuras que no vas a contestar (tercera distracción); al tercer timbrazo reafirmas que no vas a contestar (cuarta distracción); nuevamente hay un traspié en la exposición de tu visitante, tú perdiste un factor clave en su idea, pero crees que no has perdido el hilo y mientras rozas estas ideas, contestas decididamente (quinta y definitiva distracción) levantando el dedo índice y disculpándote porque tienes que tomar la llamada.
  2. Tecleando y hablando. Miles de veces (sin exagerar) he hablado por teléfono y escrito mails. Las personas más cercanas se dan cuenta de inmediato y me cuelgan sin chistar, sabiendo que unas horas después (o días) tendrán que repetir algo que dijeron y que yo creí comprender. Los mensajes salen de mi computadora –siempre con la mejor voluntad y fortuna- de que expresan lo que se busca. La tentación de marcar y de teclear es enorme; de hablar y escribir; de hablar y leer; de tratar de hacer las dos cosas a la vez y no hacer bien alguna.
  3. El contagio del BlackBerry. Estás platicando con un amigo o un colega; en un restaurante o en una oficina de trabajo; compartiendo un par de tragos o revisando algún documento. Solo tú y él. Relajados o muy concentrados; compartiendo la existencia; así, hasta que uno de los dos toma el aparato del demonio (es un juicio, lo sé, pero no resistí), porque sonó o vibró o porque ya le tocaba una dosis. Acá lo resaltante es la mimetización; el otro automáticamente saca su BlackBerry y de pronto los dos se están ignorando olímpicamente; con sus ojos metidos en la pantalla y sus dedos manipulando los pequeños botones. La interrupción puede durar unos cuantos minutos, pero de gran impacto, pues el tono y la armonía tardarán en regresar, en construirse nuevamente, pues no suceden solas.
  4. La conversación y el programa favorito. Estás viendo el séptimo juego de la serie mundial o el nocturno amistoso de la selección nacional. Tu esposa tiene algo muy importante que decirte sobre tu hijo o sobre cualquiera de esas cosas importantes que ahora no recuerdo, porque siempre me las platica en esos momentos. Ni eres tan aficionado al béisbol y las decepciones de los ratoncitos y te han curtido, pero por alguna razón incomprensible no puedes dejar de ver o escuchar la tele. Todo acaba o con el gol de Guatemala o con un reclamo más o menos amenazante que te hacen identificar las prioridades. Aplica también al revés, sobre programas de Sony y la gran promoción en el trabajo que estás a punto de conseguir.
  5. Lap top y Fútbol americano. Esta es mi favorita. La encontramos hace varios años cuando organizamos una liga en el Fantasy Football. ¿Es posible ver a tu equipo favorito y al mismo tiempo revisar el desempeño de diez o más jugadores en otros ocho partidos que se están llevando al mismo tiempo? Primero y diez en la yarda veinte en el Texas Stadium y carrera de 75 yardas para TD en el Lambeau Field. Festejo y coraje. Actualización de la página del Fantasy Football y cambio de canal en la tele para buscar otro juego en el anuncio. Justo en esos momentos, es necesario decidir en dónde vamos a comer. Y si no contestas en el acto, la diversión corre peligro.

Hace unos años leía un artículo que invitaba a concentrarnos en lo que estamos haciendo. Ya se anticipaba que existe una fuente interminable de distractores; que en un inicio fueron pensadas como herramientas para complementar y mejorar la comunicación. Bien usadas, la comunicación es además de más extensa y oportuna, también más precisa. Un uso deficiente o desordenado, provocará confusiones, vaguedades y sobretodo nos hará perder momentos preciosos con nuestros seres queridos y con nuestros colegas.

___________________________________________ 

Este post está dedicado a quienes han sufrido estas descortesías por mi parte y también a mis colegas, con quienes recíprocamente nos atendemos así. En especial, está dedicado a Jorge Monge – quien ha expresado amable e insistentemente en que es necesario definir reglas básicas de convivencia al utilizar nuestras herramientas electrónicas de telecomunicación.

Jueves ordinario: el punto de partida

plato platypus Cover.indd

En 1995, cuando iniciaba el noviazgo con mi esposa, me gustaba discutir con mi futuro suegro. Por cierto que este placer se ha extendido a lo largo de estos casi tres lustros. Normalmente, intercambiábamos argumentos en torno a la filosofía y la religión. Mi suegro, creyente ferviente y docto en el cristianismo, gustaba de enfatizar la necesidad de vivir de acuerdo con los valores y las enseñanzas de Cristo. Mis argumentos, alejados de la creencia religiosa, giraban en torno a los valores universales y a la falta de necesidad de que estos fueran revelados o divinos. Así, pasábamos horas platicando y cuando se acaloraba un poco la discusión, recibía certeros puntapiés por debajo de la mesa – no por parte de mi suegro.

Un libro que adquirí recientemente y que se ha convertido en uno de esos de cabecera, pues lo leemos para relajarnos, me recordó precisamente esos años. El capítulo V que trata de religión y filosofía utiliza un chiste para ilustrar cómo dos personas con creencias opuestas difícilmente pueden entablar un diálogo, pues no existe una comunión en el punto de partida. Comparto el chiste tal y como aparece:

  A little old Christian lady comes out onto her front porch every morning and shouts, «Praise the Lord!»
  And every morning the atheist next door yells back, «There is no God!»
  This goes on for weeks. «Praise the Lord!», yells the lady. «There is no God!», responds the neighbor.
  As time goes by, the lady runs into financial difficulties and has trouble buying food. She goes out onto the porch and asks God for help with groceries, then says, «Praise the Lord!»
  The next morning when she goes out onto the porch there are the groceries she asked for. Of course, she shouts, «Praise the Lord!»
  The atheist jumps out from behind a bush and says, «Ha! I bought those groceries. There is no God!»
  The lady looks at him and smiles. She shouts, «Praise the Lord! Not only did you provide for me, Lord, you made Satan pay for the groceries!»

Por supuesto que mi suegro y yo si teníamos un punto de partida (ahora dos) y tal vez por ello hemos ido construyendo un diálogo que se ha venido enriqueciendo con el tiempo. Eso, claro está, no implica que hayamos encontrado ya algún tema en el que estemos de acuerdo. Por cierto que la política es uno de esos temas que acalora la plática y provoca que mis espinillas se llenen de moretones.

_________________________ 

Nota al margen:

«Plato and a Platypus Walk into a bar …»  está dedicado al comediante, actor y escritor estadounidense Groucho Marx quien atinadamente señaló: “These are my principles; if you don´t like them, I have others”.

Los autores son Thomas Cathcart y Daniel Klein, quienes de manera irreverente buscan que la filosofía sea aprehendida y comprendida de una manera divertida, con chistes. Estudiaron juntos filosofía en Harvard y de acuerdo con sus testimonios, cuarenta editores rechazaron su libro antes de que pudiera ser publicado.

El link a su página es http://www.platoandaplatypus.com/

Un par de corredores

 

Seven …

Q: Why were all the other numbers afraid of seven?

A: Because seven ate nine.

____________________________________

Tomado de «Jokes every man should know». Claramente es para niños y el mío lo disfrutó enormemente.

El de «El Viejito»

Un señor muy pero muy viejito muere. Debido a una vida plena y generosa va directamente al cielo.

Ese día Jesús está sustituyendo a San Pedro en las puertas del paraíso. Al ver que se acerca el viejito, le pregunta con gran amor:

– A ver anciano, ¿cuál es su nombre?

– Uy, la ve-erdad que no me acue-erdooo, responde el viejito con voz triste y temblorosa.

– Bueno, ¿de dónde viene usted?, pregunta amablemente Jesús.

– Uy, la ve-erdad que no me acue-erdooo.

-Alguna referencia o lo que recuerde podrá servirnos.

– Lo único que me acue-erdo es que fui carpintero y tuve un hijo muy famo-oso …

Los ojos de Jesús se llenan de una luz más intensa y exclama emocionado y abriendo los brazos:

– ¡Papá!

A lo que el viejito, igualmente emocionado, responde abrazándolo:

– ¡Pinocho!

____________________________

Chiste tomado de Luis María Pescetti, artista dedicado a entrener a los niños.  Material muy recomendable en viajes largos dentro y fuera de la ciudad. Reduce enormemente la pregunta inminente «¿Cuánto falta para llegar?»

http://www.luispescetti.com/