Jueves ordinario: la ineptitud

Entre los 15 y los 23 años de edad visité muchísimos bares y discotecas. Cientos. Desde las famosas tardeadas en el News del Pedregal hasta esos reventones de antología en La Cima o el Bulldog. Nunca participé en una riña y nunca me vi agredido por otras personas, ni civiles ni policías. Bueno, ni de cerca. ¿Cómo olvidar el Mecano ubicado en la Zona Rosa? Recuerdo que ahí nos mezclábamos jóvenes con personalidades muy diferentes y estratos sociales distintos. Con barra libre nacional y música electrónica que sonaba hasta la madrugada: varias veces partí de ahí pasadas las seis de la mañana. Sin problemas.

En esos años (finales de los 80s y los 90s bajos) los antros eran algo diferente a lo que se entiende hoy. Los denominados antros se asociaban con casas de citas y table-dance principalmente. Y no iban las niñas bien. Ni a golpes. Hoy, esta palabra se usa de manera indistinta: lo mismo para bares que para los demás. Y ahí en uno de estos «nuevos» antros, sucedió una tragedia muy lamentable el viernes pasado. En una tardeada. Los chavos estaban sobrios en su mayoría.

A menos de una semana las cosas parecen muy claras: la ineptitud de los mandos policiales locales es descomunal. Tanto, que un gobierno perredista es capaz de reconocer sus errores (así de evidentes son) y destituir a uno de estos mandos. Sobretodo, a través de la PGJDF, culpar al responsable del operativo de homicidio culposo. Hasta el delegado de la Venustiano Carranza ha pedido licencia para «no entorpecer las investigaciones», según sus propias palabras. Políticamente, el gobierno del DF está manejando las cosas razonablemente bien. Dando la cara el jefe del gobierno y también el procurador de justicia del DF. Parecen dispuestos a esclarecer todo el asunto y aplicar la ley.

12 personas murieron. Entre ellos 3 menores y 3 policías. Por supuesto, tanto los jóvenes como los policías son las víctimas de este evento increíble. La causa de este asunto, sin embargo, no se reduce a la ejecución inepta de un operativo. Por supuesto que no. Aunque la prensa se empeñe en profundizar en la superficialidad (¿es posible esto?). El origen está en la falta de capacidades de los gobernantes locales. Son expertos políticos, pero novicios en temas de gobierno. Grillos que no saben trabajar. Buenos para nada (como dice mi abuela). Charlatanes.

Cuando Marcelo Ebrard era el Secretario de Seguridad Pública del DF -en el sexenio pasado- fue incapaz de impedir el linchamiento de varias personas en San Juan Ixtayopan. Hace 4 años. Fue tan evidente la ineptitud del entonces SSP del DF que la destitución apenas fue protestada por el PRD. Reincide el señor. Y políticamente saldrá nuevamente avante.

La incapacidad del jefe de gobierno del DF es tan clara que incluso medidas tan sencillas como populistas tampoco puede llevarlas a cabo medianamente bien. Solo como ejemplo. Las albercas inflables que puso en diferentes puntos de la ciudad se poncharon a las pocas horas. O de plano había que cambiarles el agua por la suciedad increíble que provocaba su logística. Así como no le mete las manos a los asuntos críticos de la ciudad, tampoco fue capaz de meterle los pies a sus tristes albercas.

La gran pregunta es si esta ineptitud es evidente para todos los ciudadanos. Sinceramente no creo. Hay un grupo muy ciego de personas que pueden seguir viviendo del discurso populista y anacrónico de este partido político que ostenta el poder de la ciudad desde hace más de una década. Guiados por brigadas que venden sus ideales por 50 ó 100 pesos por plantón, marcha o desmán. ¿Qué sigue? Además del circo de la prensa y los perjuicios políticos para el PRD (y los beneficios para los otros partidos). Nada. No sigue nada. La cortina de humo que levanta nuestra ineptitud como sociedad de abordar estos asuntos, garantizará que no suceda nada más. Cuando menos, nada que signifique un cambio sustancial en la mejora de la policía o en el combate a la corrupción. ¿O en dónde está el problema? ¿También de esto es culpable el narco? No. Es simple y llana ineptitud. De gobernantes y también de la sociedad en su poca capacidad de exigir una rendición de cuentas efectiva.

Este jueves no hay lugar para optimismo.

 

Jueves ordinario: la sombra

Sombra arte

Aunque llevo más de tres meses desempeñando otras funciones, apenas el día de hoy me cambié de lugar físico. Al mismo módulo al que ingresé al Banco hace casi once años. Lo comenté al equipo y no me sentí tan liberado como imaginé. Antes de regresar, pasé por tres inmuebles más y otros tres regresos; y como cinco puestos diferentes. Caminé muchas veces esos pasillos que reconozco con más nitidez cuando están solos. Las primeras desveladas de chamba me las puse ahí.

// Vengo saliendo del periférico y hay un par de policías parados justo en la cuchilla. Freno y paso sin problemas. Subo por Alencastre y de pronto un coche negro se me pega mucho a la defensa. Acelero. Bendito V6. Pero hay que dar vuelta hacia Chapultepec, pues hay obra desde ayer. Sigue detrás. Gana camino. Subo por Virreyes y nuevamente piso el acelerador. Me despreocupo hasta que llego a la glorieta. //

La ventaja de salir después de las diez es que ya no llueve. No llovía entonces, no llueve ahora. Sales con la temperatura fresca y el olor a lluvia mezclado por todas partes. En el pavimento con aceite; las hojas de los árboles; las rejillas de las coladeras; la fuente que parece alterarse ligeramente. Los zapatos y las sombrillas. Que por cierto nunca he tenido paraguas. Unas cuantas veces que salgo con la lluvia pido «aventón» o de plano me saco el saco y lo pongo al revés para que se deteriore lo menos posible. Pocas veces. Casi siempre, escucho el aguacero desde adentro. Las gotas golpean los domos y también en el edificio cambia el ambiente.

// Casi me rebasa por la izquierda. Pero acelero. ¿Por qué se pega? Y cual bólido aterrizo en el alto de Las Lomas. Se pone detrás. Echo una mirada al coche de al lado. Dos jóvenes. Casi dormidos. Igual. Adelante una escolta. Detrás el coche negro. Pasamos y cruzamos rumbo a Monte Líbano. Ahí viene. Me apresuro y doy esa vuelta peligrosa con una velocidad ligeramente imprudente. Otro coche que parece enterado, se para. Nos ve pasar. Ni siquiera hace el intento. Acelero y cruzamos el puente que divide Lomas de Palmas. Rápido. Acelero. //

Las primeras veces tenía que quedarme a elaborar unos reportes de cartera vencida. De cifras que no cuadraban. Para una presentación que mi entonces jefe quería hacerle a su entonces jefe. Era informativa. Sin valor agregado. Solo para cumplir una ocurrencia que ni siquiera se originó de un capricho. Frivolidad. Con Luis me quedaba. Hacíamos bases en Access y también resúmenes en Excel. Después Power Point que acababa en acetatos. ¿Alguien recuerda los retroproyectores? El otro día alguien sacó una estrategia de esos años. Con el logo de entonces y el formato usual. Lo asumíamos con gusto. Como si fuera parte del recorrido necesario para graduarse en menesteres de oficina. Y al salir, era muy de noche. Traíamos trajes combinados y los pantalones gastados. Ese saco color Oxford talla 38 que también soportó un par de mojadas.

// Llegamos al alto de Palmas. Breve la parada y salimos rumbo a la glorieta. He cambiado el camino y ahora me subo por Palmas. El coche negro me rebasa y se va hacia Sierra Vertientes. Como rayo. Y distingo la marca y el color que no es negro. Es el mismo coche que el mío. Me veo manejando por mi camino antiguo. Paro solo para verificar que no estoy soñando despierto. Es verdad. Va por mi camino. Y yo voy por uno nuevo que no era mío, sino hasta hace unos días por una apuesta que perdí con mi esposa y de la que Bruno fue testigo. Subo hasta Monte Líbano (otra vez hay que llegar) y hay un camión que bloquea dos carriles. La fortuna. Así no hubiera perdido. Y doy vuelta solo. //

Después de las nueve de la noche se cierra el portón de Mayorazgo y para salir, el guardia tiene que accionar la puerta eléctrica. El cajero del lado derecho y el estacionamiento cruzando la calle. Me quedo platicando de un par de casos de crédito. Ya alguna vez lo había hecho hace varios años (¿lo dije?). Y meto las manos a la bolsa del saco. Ya le toca tintorería. Creo que fue el que se mojó la semana pasada. Pero lo colgué en el perchero al llegar y con ello no hubo señal de limpieza. Y me subo al coche. Es tarde, pero todavía hay varios coches.

// Cuando estoy a unas cuadras de mi casa aparecen unas nubes iluminadas por la luna. Por detrás. Alumbran mucho. Llaman la atención y hasta se enrojece su blancura. Subo y nuevamente me encuentro con mi amigo del coche. Va delante. Más despacio. Tope. Vuelta. Caseta. Y llegamos juntos. No había visto que venía conmigo. Lo vi por fuera. Entramos juntos. Me saco el saco, pero esta vez lo dejo en el banquito de la tintorería. Y cuando me pongo a escribir ya estamos aquí. Solo uno. Eliminando duplicados. Aunque no desaparecen esas sombras que viven paralelamente un presente que no sucede solo ahora. //

Jueves ordinario: la cochera

Las imágenes de este jueves aparecieron el miércoles y las redacté prácticamente el viernes. Sucedió cuando iba a la oficina y escuchaba una de esas canciones que me llegan. Flash intenso lleno de energía, con recuerdos de sensaciones que aparecen como si estuviera ahí. Flash de sentimientos de pertenencia. Del gimnasio del CUM donde media centena de adolescentes brincábamos alrededor de una grabadora. De la cochera de la casa de Alex Revueltas. De esa gran cochera que albergó las fiestas del equipo durante toda la temporada. Del Atlantic rojo de Renato y su sonido digno del “Jubilation”. De mi Dart K gris. De esos rostros que salpicaron a nuestro alrededor un deseo enorme de concretar nuestro sueño. Creer en algo. Se vale, se valió y se cumplió. Flashazos que me inyectaron (y me inyectan) un chorro de energía que recorre mi cuerpo. Las imágenes vienen del otoño de 1989.

 

“Ese equipo tenía mística”, me dijo Jorge Carriles el domingo pasado que desayunábamos en el Meridiem. Se trataba de creer. “Sí”, complementé su comentario, “pues muchos llevábamos muchos años sin ganar un campeonato”. Nos juntamos varias generaciones y la combinación resultó en un equipo que se la creyó. “Nadie creía en nosotros” -señaló Jorge– “ya nos habían ganado en la temporada”. Repliqué tímidamente que por factores y circunstancias, pero reprimí mi objeción. Pues era verdad. Ese poderoso equipo del TEC del Estado ya se sentía campeón antes de jugar la final. Un amigo que jugaba en Comanches me preguntó que cómo es que les habíamos ganado el campeonato.

 

Edson organizaba las fiestas (cuando menos las primeras) en casa del buen Alex. Patas de Bacardí y también unas de Richardson (botella de plástico). Las cubas de bacachá para los cuates y las de Richardson para los colados, que conforme fue avanzando la temporada se iban incrementando. ¿Cómo no recordar al Marciano o al Sammy Davis? “¿Has visto mi coche?”, me preguntó Sammy al despertarme en la mañana siguiente de la final. Estábamos dormidos en mi Dart, efectivamente, en la cochera.

 

Recuerdo que Agustín insistía (con sus choros memorables) que se sentía que el equipo tenía algo. “Eso que se respira en los equipos campeones”. En cortos o en la sesiones de pizarrón en los salones del CUM del tercer piso. Donde nos daban incluso los nombres de los jugadores y de quiénes iban reprobando en matemáticas. ¿Era legal ese scouteo? No creo. Pero, alrededor de ese equipo había muchos que querían aportar y pertenecer. El otro día vi la foto oficial del equipo y conté al menos diez colados. Hijos, primos, doctores, compadres, maristas. Bueno.

 

Dentro del equipo había algunos grupitos. Los naturales de cualquier asociación que pase de tres elementos. Los novatos, los veteranos. Los fresas, los borrachos. Los mamones, los relajados. Los que van al principio de la fila, y –obvio- los del final. Los estudiantes del CUM y los que no. Al principio eran marcadas esas diferencias. Aunque cabe señalar que muchos pertenecíamos a varias de esas clasificaciones. Y nos fuimos identificando. Los entrenamientos y la disciplina nos ayudaron a conocernos. Los partidos nos obligaron a confiar. Los resultados a empezar a creer. También estábamos los de la ofensiva y los de la defensiva. Que por cierto éramos muy antagónicos dentro del campo de juego. Lo que ayudaba a pulir mejor por cierto. Afuera muchos éramos amigos. Pero otros no. Unos nos caíamos mal, pero aprendimos a convivir. Incluso hubo un grupito que nunca fue a la cochera, mas que el día de la final. Son muchos nombres y ahora que escribía este párrafo he recorrido sus rostros. No de todos, pero sí de muchos.

 

Decir sin decir. El otro QB. El HB que fue líder de yardas. El FB y el otro FB que venía de la categoría de abajo. Un par de alas cerradas. Receptores varios. Unos buenos y otros mejores. El centro y los guardias. Tackles. Los he visto a cada uno de ellos en circunstancias diferentes. Todos hombres de bien. Trabajadores casi todos. Familia, menos pelo y más frente.

 

A la defensiva. El LB fuerte y el LB rápido. El ala defensiva, y la otra. El guardia medio. Y los tackles. Corners. Un chingo. Safety Fuerte. Pateador (¿va ahí?). Safety Medio. También los he visto. Nos hemos visto y reconocido. Ahí vamos. El otro día me llegó un recado de uno que vive en Miami. Un abrazo Gavilán: Blando, José Luis. “Claro que lo conozco”. Y a él dos personas en menos de una semana: el de Finanzia y el de VISA (Corominas).

 

Tal vez no recordemos el detalle de las pláticas en esa cochera. Pero estoy seguro que sí el sentido de estar ahí. Y claramente no era tomarse veinte cubas. Nunca lo fue. Cuando menos no para los que estuvimos en el centro del equipo. Es un hecho y por ello mi vientre se llena nuevamente de energía. No miente mi recuerdo. Todo terminó muy bien ese año. Tanto, que a unos nos expulsaron un par de días del CUM. Que porque nos habíamos bañado en la fuente de Liverpool con los jerseys de la escuela. Alterando el orden público y avergonzando a la Institución. Acabó bien entonces, ¿no? La mayoría nos graduamos de la prepa unos meses después y fuimos a buscar nuestra vida. El resto de ella, pues una parte la dejamos ahí en Nicolás San Juan 728. Y ahí sigue, por cierto. Lo corroboré hace unos meses que fui a ver un partido de la Juvenil A 2008. Me acerqué a los jugadores en el medio tiempo y ahí nos vi. Pude reconocernos en sus sus rostros. En ese campo que pronto se llamará «Antonio Álvarez».

 

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Aquí esa canción que nos «prendía» antes de los juegos.

 

 

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Jueves ordinario: la ayuda

Ejército en operativo

«México mantiene una sangrienta batalla contra el narcotráfico que amenaza a sus autoridades, sin embargo, el tímido paquete de ayuda que propone la Administración de George W. Bush, y el cual se ha topado con obstáculos en el Congreso estadounidense, muestra que Washington no está tomando sus responsabilidades». El texto anterior aparece en el artículo editorial de The New York Times del 4 de junio de 2008.

El 22 de mayo pasado, el virtual candidato demócrata a la presidencia de Estados Unidos, Barack Obama, aseguró que la Iniciativa Mérida no dedica recursos suficientes: «Estados Unidos no puede ignorar el sufrimiento a nuestro sur, ni permitir la globalización de los estómagos vacíos». Durante un desayuno en Miami, se comprometió a destinar más recursos -de llegar a la Casa Blanca.

El Senado estadounidense aplicó candados a los recursos, anteponiendo los derechos humanos. Al respecto el zar antidrogas de la Casa Blanca, John Walters, señaló que: «Estos condicionamientos son contraproductivos y nos llevan a la derrota por sí mismos y arriesgan el sabotaje de esta oportunidad».

El pasado domingo, el periódico Reforma publicó en su primera plana que el Narcotráfico le estaba ganando la lucha a Calderón. Como si él pudiera con el paquete. No dudo que su entusiasmo lo impulse a querer asumir estas responsabilidades, pero solo no puede acabar con este tema.

La editorial de The New york Times del día de ayer concluye con lo siguiente: «Estados Unidos tiene un claro interés y una clara obligación de ayudar. Estados Unidos es el principal consumidor de metanfetaminas producidas en laboratorios mexicanos y de la cocaína que atraviesa México procedente de los Andes. Es también la fuente de armas para narcotraficantes.»

También ayer la Comisión Permanente del Congreso de la Unión de nuestro país, a través del senador perredista José Guadarrama, señaló que: «Nuestra posición, es que ya la Iniciativa Mérida hay que darle cristiana sepultura; ya hay que erradicar esta Iniciativa Mérida. Y lo que necesitamos es otro tipo de acuerdos con los Estados Unidos, por ejemplo, llegar un acuerdo sobre el tráfico de armas que pasa por la frontera mexicana de Estados Unidos a México».

Hace varios años la Revista Letras Libres dedicó su publicación mensual al narcotráfico. Recuerdo que uno de los artículos comparó a la «Ley Seca» aplicada en Estados Unidos durante las décadas de los 20s y 30s con las leyes prohibitivas existentes. Y resaltaba el profundo fracaso de detener el consumo de alcohol y la consecuente venta clandestina de tan apreciado líquido. La conclusión era -como podía adivinarse- que la única manera de erradicar a la delincuencia relacionada con el narco es legalizar la droga. El antídoto busca eliminar el mercado negro, no disminuir el consumo. Atender la oferta primero y ocuparse de la demanda después.

¿Qué tenemos que hacer? Buscar ayuda genuina. Del lado de la demanda, la batalla está en las familias mexicanas. Tenemos que cerrar filas entre nuestros amigos y conocidos para evitar que la droga llegue a los niños. Tengo un niño de seis años. Mi interés es enorme. No me llevo y nunca me he llevado con consumidores de narcóticos. No empezaré ahora, ¿verdad?

Del lado de la oferta la tarea es del gobierno federal. Claramente. Y tiene que buscar ayuda con Estados Unidos. En recursos económicos, sí, pero también exigirle que muestre un plan serio de lucha contra la prevención de uso. Tampoco se debe descartar la legalización de ciertos enervantes. Sin meternos mucho (pues no soy especialista) se podría empezar con la marihuana. El tema es polémico, pero se deben explorar todas las opciones.

Estamos contra la pared. Hay un narcotraficante muy cerca de cada uno de nosotros. No los perdamos de vista, pues están dispuestos a todo para arruinar nuestras vidas: buscarán meterse por la parte más vulnerable de nuestra sociedad: los niños. Hay que ayudarnos como sociedad para evitar el consumo. Con eso, cumplimos con nuestra parte. Por cierto que esta parte es la misma que le corresponde a la sociedad estadounidense. ¿Estarán concientes que necesitan más ayuda que nosotros?