Existe un consenso generalizado en nuestra sociedad de que somos un pueblo que lee muy poco. Se calcula que los mexicanos leemos medio libro al año y lo lamentable es que este dato podría estar inflado, pues se consideran libros de texto. También existe un consenso de que la lectura además de enaltecer el espíritu, es un factor fundamental en el desarrollo de los países en general y de los grupos sociales en particular.
Es decir, la lectura es un requisito para que económicamente nos vaya mejor. Así de claro, sin embargo no tan directo, pues el beneficio no es inmediato. No sucede que si empiezas a leer dos libros al mes, en automático ganarás un 20% más en el siguiente año; no, no es así, pero sí es muy probable que esos dos libros van a ayudarte a ampliar tu conciencia de las cosas que suceden a tu alrededor, incluida tu familia, tus hijos y el entorno laboral, por señalar algunos. La lectura nos ayuda a procesar nuestros pensamientos de maneras diversas, lo que permite desarrollar una afición por la objetividad y por el contraste de ideas bajo escrutinios más estrictos. ¡Ah!, se me olvidaba, la lectura también es muy divertida, entretiene en el momento y significa un reto personal; pero quedémonos en este parrafo con este último argumento: la lectura divierte.
Hace unos meses me quejaba de que la responsabilidad de nuestra falta de lectores no era sólo de los ciudadanos comunes, sino también de los escritores, pues la mayoría de sus producciones estaban dirigidas a un pequeño grupo elitista, ignorando abiertamente a la sociedad y al mismo tiempo culpándola (esos escritores mexicanos altaneros y sobrados casi siempre) de no comprar sus libros. «¿Por qué habría de comprar y leer un libro si su contenido tiene muy poco que ver conmigo?», reflexionaba cuando acabé de leer un libro de cuentos de Juan Villoro.
Pues bien. Que este mes la revista Letras Libres ha publicado la autobiografía de cuatro jóvenes escritores mexicanos, de entre treinta y cuarenta años. He quedado maravillado con la lectura de las dos primeras; la tercera está chistosa. No haré reseña de ellas, sólo las recomiendo ampliamente, pues quiero compartirles que el sentimiento que me ha provocado ha sido de una identificación completa: por fin estoy leyendo los pensamientos de mi generación en palabras de otros de mi generación. No veo desesperanza en su visión y mas bien detecto un sentido del humor muy particular: no es el sarcasmo ni la amargura de los intelecualoides izquierdosos de la generación anterior. No, es un humor preciso, que identifica nuestros males, pero de ninguna manera se refugia en los sueños utópicos del socialismo y el marxismo. Por fin: me entusiasma ver que escritores mexicanos sí va a haber para rato, pues ya se están gestando y construyendo los primeros puentes de comunicación con la sociedad. Por fin.
De este lado nos corresponde la reciprocidad. Despierta al lector que tienes dentro de ti. No lo dejes para después: ahora es cuando hay que leer. Nosotros estamos formando a la siguiente generación, ésa que sacará a nuestro país del subdesarrollo. Pero tenemos que formarlos bien, educarlos con el ejemplo al acostumbrarlos a vernos leer. Y comprarles libros (hay miles excelentes para niños) para leer juntos, en familia. Y soñar, comentar, escuchar, escuchar. Otro beneficio de la lectura es que nos alecciona en la escucha y en la reflexión. Así, en intercambiar puntos de vista con fundamentos y enriquecer los diálogos. Regresando. Tenemos que leer: si no desarrollaste el hábito de niño o te cuesta trabajo concentrarte no es pretexto para no interntarlo y logralo. Hay libros casi de todo, por lo que sí es importante que en tu lista selecciones aunque sea un 20% de libros más o menos serios y que te representen un reto. El 80% restante puede ser de novelas o cuentos ligeros; de negocios o incluso de fantasías sobre complots y superhéroes. Da igual, lo importante, lo urgente para nuestra sociedad, es que empecemos a leer.
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Nota al margen:
Estos son los autores y los títulos de sus autobiografías. Son cuartro mexicanos, una cubana y un español.
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Julían Herbert: Mamá leucemia
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Guadalupe Nettel: El cuerpo en el que nací
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Luis Felipe Fabre: Autobiografía trasvesti o mi vida como Dorothy
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Yoanni Sánchez: Historia de una balsera virtual
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María Rivera: Varaciones para una autobiografía
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Jorge Carrión: Bookmarks
Anexo el link de la versión en internet de Letras Libres.
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