Jueves ordinario: ¿Por qué nos siguen goleando: en el Fut y en el Negocio?

Este jueves voy a compartir el artículo que escribí para el Blog Living La Vida PyME. Aplica para los negocios pequeños, pero también para el mundo corporativo. Sobretodo, forma parte de nuestra idiosincrasia y de la falta de seriedad que demostramos en el día a día.

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¿Quién no recuerda el ritual de hacer los equipos antes de la cascarita? Los líderes escogían rápidamente sin pensar y sólo al último evaluaban – con mayor profundidad – a  quién escoger de los dos o tres que casi siempre se codeaban en las rondas finales. Una vez formados los equipos, se implantaba la siempre exitosa estrategia: ubicar a los mejores jugadores en la delantera -para meter goles- y a los menos buenos en la defensa -para evitarlos.

Así de simple y así de exitoso. Los objetivos para garantizar la diversión se cumplían satisfactoriamente: orden a través del ritual y sentido con la estrategia. Los dos equipos eran ganadores ya de por sí, aunque quien lograba ganar efectivamente era casi siempre el equipo mejor conjuntado: un objetivo en común bien definido y una ubicación certera de los jugadores donde más podían aportar.

He visto aplicar una y otra vez esta misma lógica en las PyMEs para integrar sus equipos y ejecutar su estrategia: los mejores (o los que se cree que son los mejores) en  las áreas de ventas -para meter goles- y los menos buenos (o los que se cree que son los menos buenos) en las áreas de apoyo -para evitarlos.

Así de simple, sin embargo no tan exitoso. En contraste con la cascarita, los objetivos de las PyMEs son más complejos, por lo que esta estrategia resulta insuficiente: por un lado, no se define qué talento requiere el negocio (ni en dónde) y por otro, los mecanismos para identificar el talento son inexistentes o poco efectivos. Por tanto, la integración del equipo no es la adecuada. Las personas no se ubican donde se requieren, lo que provoca varias “pifias”: talentos desperdiciados en puestos de bajo impacto, personas sin las competencias requeridas ocupando puestos clave, lo que a su vez provoca que el equipo no esté conjuntado, es decir que sea incapaz de ejecutar tareas para alcanzar objetivos comunes.

Incluso se presentan situaciones tan absurdas como asignar a personas a tareas para las que no tienen las competencias; por ejemplo ejecutar el lanzamiento de un nuevo producto, cuando el conocimiento operativo del mismo y su experiencia en la comercialización son deficientes. Como es de esperarse el resultado será desastroso, aún cuando el creador del producto sea un genio y el vendedor una estrella.

Esto es equivalente a que el balón no llegue a los delanteros y si llega sea prácticamente imposible meter goles: por la deficiencia del pase o por la falta de habilidad del delantero para rematar. Lo que resulta curioso es que el Director Técnico no entiende porque, con sus “mejores” jugadores en la delantera, el equipo es goleado partido tras partido.

Así, como dueño de una PyME es fundamental que identifiques qué talento requieres en las dieferntes áreas de tu negocio para lograr el éxito que te has planteado y que efectivamente lo busques, ubicando a las personas donde más valor generarán.

Jueves ordinario: la anestesia

Caminaba por unas calles conocidas de mucho tiempo, con la cabeza gacha de tanto dar vueltas a la misma idea, con los hombros tensos por intentar salir de ahí -con tanta fuerza; siempre era de noche, con una neblina que suavemente cobijaba mi andar, con una llovizna leve que empujaba mis ojos hacia el suelo.

Fueron años de ir y venir con ese sentimiento de impotencia escondida; creyendo que ese destino me era suficiente para existir parejo. Así, caminando solo con un paso errante, sin coincidir con mis compañeros de viaje. Ellos solos también. Todos, evitando nuestras miradas y aceptando nuestra circunstancia como eterna: dada. Solos.

No nos atrevíamos a dar un paso inesperado; ni a discutir una posibilidad diferente. Nos aferrábamos a nuestras creencias, a los hábitos que nuestra sociedad había heredado por años. Caminando y profundizando esa zanja que levantaba más barreras de cambio.

Explicándonos, justificándonos, deleitándonos con nuestro pasado, nuestras actitudes, nuestra mediocridad aceptada. Asumiendo ese destino que no podíamos y tampoco queríamos cambiar.

Así, toda una generación de mexicanos aplicándonos una dósis diaria de anestesia: para no despertar, para impedir el desarrollo de nuestra conciencia, para no cambiar. ¿Para qué cambiar?

Jueves ordinario: la ensalada

¿Qué nos maravilla más: el funcionamiento de nuestro cerebro al procesar los estímulos provenientes de la realidad y los procesos posteriores que van encimándose, mezclándose hasta rozar grados de abstracción inauditos? ¿O la realidad misma que escapa a nuestra insistente y necia intención por aprehenderla? ¿O el dinamismo que resulta de su convivencia y por tanto de una lucha que muchas veces se ha adjetivado como cósmica y determinante en la resolución de nuestra existencia?

Tal vez lo que maraville más son los cuestionamientos que somos capaces de formular en el ocio (ése que se busca y a veces se alcanza algunos jueves) y sobretodo las líneas que estamos dispuestos a compartir para introducir un tema lleno de subtemas casi sin conexiones, salvo porque han pasado por nosotros en los días recientes. Así, hagamos de este jueves una ensalada donde convivan realidad y opinión, considerando algunos hechos recientes y relevantes.

Harry Potter y el misterio del Príncipe Mestizo (la película) es -como casi todo mundo acepta- un fenómeno social. Sigue proyectándose por todo el mundo a más de un mes de su estreno y según los expertos (de los que tengo dos en casa) ha sido la mejor producción de la serie del mago estrella de la casa de Gryffindor. Muy seguramente los libros de J.K. Rowling serán los primeros que lea mi hijo en el género de novela. ¿Alguien más presencia diariamente los hechizos de Harry, a través de ese pequeño personaje que también trabaja de hijo y que -al ejecutar los movimientos con la varita- uno no puede evitar preguntarse si no estará ya mentalmente afectado?

Las bicicletas del DF son la mejor ilustración tercermundista de nuestro país. No hay un reglamento claro para el respeto a los ciclistas y menos contamos con infraestructura para que la convivencia con los automóviles tenga un mínimo de seguridad. Bueno, lo único que tenemos es una ciclopista con tramos tan inseguros que recientemente una jóven murió atropellada por la ineptitud no de los conductores sino de la autoridad. Va a haber bicicletas, pero no hay camino en donde puedan usarse de manera efectiva. Con qué desprecio solemos referirnos a los poblados más pobres de nuestro país: «pueblos bicicleteros», decimos. ¡Ya quisiéramos!

Human Rigth Watch ha emitido un informe en el que señala que las violaciones por parte del ejército a los derechos humanos son cuantiosas y flagrantes. Hace unos días escuchaba a su vocero referirse hacia el Presidente de México con mucha agresividad. Más allá de que su informe sea correcto o no, me dio mucho coraje que este tema se analice sólo desde un ángulo. El ejército está haciendo su trabajo de acuerdo a la línea de mando y me parece que lo hace lo mejor que puede, que es mucho mejor que cualquier cuerpo de policía del país. Por supuesto que van a existir puntos que resolver, pero habría que emitir un dictamen que contemple las aportaciones que también hace, incluyendo evaluaciones como las de aceptación de la sociedad, que lo sitúan en el grupo con más alta credibilidad del país.

La crisis económica internacional parece debilitarse un poco: algunos países europeos como Francia y Alemania registraron ligeros crecimientos en su producción en el segundo trimestre, aunque otros como España siguen cayendo sin ver todavía el fondo. Estados Unidos de América también ha registrado indicadores menos malos de los esperados. Y aquí en México también se han registrado algunos signos no tan negativos. No hay lugar para la euforia (que no tardará en presentarse en los mercados en un par de trimestres), pero sí para la esperanza: siempre habrá lugar para convencernos de que las cosas van a mejorar. Es casi obvio, pero no hay que olvidar que la mejora siempre empieza con la actitud.

La alegría panbolera nos inundó el día de ayer. El país se paralizó prácticamente desde las dos de la tarde y hasta la noche en algunos sitios. Somos un pueblo increíblemente divertido: festejamos como si se hubiera ganado algún torneo internacional de categoría y la realidad -ésa de la que hablábamos al principio- es que todavía estamos muy lejos de calificar al mundial. Pero no importa, pues también estamos buscando un pretexto que nos dé esperanza y nos haga sentir mejor. Al fin y al cabo, casi estamos seguros de que la inseguridad y la convivencia en la ciudad de México se solucionarán como por arte de magia. Aunque habría que aceptar que  tendremos que recurrir a hechizos verdaderamente potentes, pues la complejidad de nuestra economía y el surrealismo de nuestra política sólo pueden enfrentarse con el coraje que ayer mostraron los seleccionados.

En fin, aunque es muy poco probable que todos estos sucesos estén conectados directamente, es un hecho que nos marcan y que la manera en que los interpretamos definen -aunque sea un poco-  la actitud con la que nos levantaremos el día de mañana.

Jueves ordinario: el regreso a clases

Fue en la primavera de 1984. Estaba empacando mi maleta. Juqueteando con una idea que me divertía. En mi recámara, ahí donde tuve mis primeras reflexiones, rodeado de paredes azules y cuadros de fútbol americano. Pensaba que muy probablemente existían dos Rafaeles. El de esos momentos que saldría de vacaciones por una semana a Tuxpan en un viaje del colegio. Y el otro de la rutina diaria, ése que iba a clases y cumplía sus obligaciones. Me caía mejor el primero y me sentía alviado de dejar al segundo ahí.

Hace un par de semanas que salí de vacaciones me asaltó esta idea. Mientras empacábamos para ir a San Francisco. Mi reflexión no fue como la de mis doce años, pero sí me divirtió recordarla. Nos fuimos para descansar, para conocer y también para correr un maratón. Logramos los tres objetivos y uno adicional que fue uno de los motivos del viaje: festejar a mis papás, que este año cumplen 60 y 70 años de edad.

El Maratón.

Arranqué en el cuarto bloque a las seis y cuarenta de la mañana: oscuro todavía y lloviznando. La ruta es muy divertida y la complicidad de los corredores es asombrosa. Inicié con muy buen ritmo y de pronto ya estábamos en el Golden Gate Bridge: bruma y frío que impulsaron mi paso.

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La primera parte del maratón fue muy estimulante: pasé por la milla 13.1 en una hora y cincuenta. La segunda parte seguí con gran ritmo, con otra vuelta a uno de los lagos del Golden Gate Park; nos metimos en las calles residenciales y las subidas y bajadas fueron muy divertidas hasta la milla 22.

A partir de ahí, empecé a pagar no haberme apegado a mi plan de entrenamiento en las semanas recientes: los músculos de mis piernas trabajaban a marchas forzadas y apretaba los puños tratando de retener la energía que poco a poco se iba esfumando. Antes de llegar a la milla 24 (que fue la octava vuelta que marqué por estrategia) pude comer una fresa deliciosa que me ofreció una de las tantas personas que apoyan a los corredores.

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Las dos millas finales fueron de regalo, ya con un paso lento, con las piernas muy cansadas, pero mi corazón bombeando sin problemas, impulsándome al carril final, lleno de personas. Escuché mi nombre en el sonido local casi al mismo tiempo que ví a mi familia aplaudiendo y celebrando mi esfuerzo.

Conociendo la ciudad y los alrededores

No es mi intención hacer una crónica de los lugares visitados, pero sí  compartir un par de imágenes e impresiones.

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Rentamos un cochecito estilo Go-Cart turístico. Fue una muy buena experiencia de padre e hijo (yo el primero), pues nos perdimos casi sin querer y al final tuve que empujar el carrito en una de esa subidas increíbles de Union Square, en la calle de Powell.

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Rentamos un coche y fuimos a Sausalito y a Napa Valley.  La libertad de ir sin tour nos encanta, porque siempre conocemos algo más que no viene en las recomendaciones de la web o de los cuates. Sausalito es un pueblito precioso y Napa Valley una pequeña muestra de cómo se hacen los negocios en nuestro país vecino: con visión de largo plazo y flujo de efectivo suficiente en el corto plazo. No soy experto en vinos, pero sí aficionado y es muy interesante conocer los viñedos y algunas historias estilo «american dream» que complementan exquisitamente la visita.

Alcatraz es otro ejemplo de la gran capacidad de los estadounidenses de hacerte pasar un gran rato. Desde la salida en el ferry, pasando por un video introductorio y con el plato fuerte: el tour guiado con audio. La imaginación se cruza con el lugar físico y depende de cada quién que tanto recreas lo que sucedía en esa prisión de alta seguridad.

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Los Gigantes apalearon a los campeones Phillies y estuvimos ahí para presenciarlo. Con un hot dog en una mano y una cerveza en la otra. Un estadio muy funcional con un ambiente muy agradable. La mitad de los peloteros son latinoamericanos y más del noventa porciento de los aficionados caucásicos. De regreso -ya de noche- en metro y en trolebús.

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Nos subimos al famoso tranvía cuando menos diez veces. Cada una la disfruté enormemente: es un paseo turístico, pero mucha gente que vive en esas calles sigue utilizándolo como medio de transporte diario. Los operadores gruñones cuidando la seguridad de los viajantes y los turistas con cámaras en mano.

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Descansando y festejando

En las mañanas en un restaurante muy casero de comida americana. Algunas noches un par de tragos en el hotel, en unos sillones estilo lounge alrededor de una fogata. Aquí cabe la frase legendaria de Mark Twain: «El invierno más frió que he pasado fue un verano en San Francisco».

Para comer y cenar un par de lugares buenos en Fisherman´s Wharf; mejor el de Sausalito; todavía mejor el Morton´s en Union Square. Clam Chowder y cerveza; vino blanco y langosta; vino tinto y porter house; un par de martinis por ahí antes de un rib eye; claro y varias hot dogs en Union Square.

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Regresando a clases

Este jueves regresé a trabajar después de dos semanas de vacaciones; tenía muchos años de no tomarme tantos días: fue sensacional hacerlo, pues aunque no me desconecté sí descansé muchísimo. También es un hecho que ya no existen dos Rafaeles; desde hace muchos años han estado conviviendo todos los días. Coincidimos en dos factores: hacer las cosas que nos gustan y hacerlas siempre con pasión. Sea en San Francisco o en Tacubaya, en Tuxpan o en Coyoacán.