Jueves ordinario: la mejor época del año

Entre los aficionados al fútbol americano, existe una comunión de que en esta esta semana inicia «la mejor época del año», pues hoy es el primer juego de la temporada de la NFL. Pero esa no es la razón por la que a este jueves lo nombro así. No, es por la ilusión.

En esta época inicié decenas de años escolares y todos y cada uno de ellos con una gran ilusión por enfrentarlos. También un par de temporadas de juvenil en los Gamos y varias de otros deportes, entre las que destaca mi primer temporada de soccer en los Pumitas de CU a los cuatro años de edad. El inicio siempre provoca expectativa y ésta genera a su vez adrenalina y pasión.

Hoy día, en lo laboral, esta época representa el último esfuerzo: ése, en el que debe demostrarse que las expectativas se harán realidad; donde los resultados son los más representativos y los días los más intensos. También inicia la planeación del siguiente año: es  la gran oportunidad de conjuntar la operación del día a día con la imaginación del futuro. Eso enriquece nuestras vidas al exigir al máximo nuestras capacidades. Nos permite soñar y al mismo tiempo nos empuja a contrastar esos sueños con la realidad.

Así, en esta época, es posible participar en diversas ilusiones que tenemos como sociedad: caminar de la mano con tus hijos en su nuevo ciclo escolar (por cierto el mío ha empezado como torbellino, ya con un par de reportes de mal comportamiento); impulsar la intensidad de los equipos de trabajo para lograr los objetivos planteados; diseñar los nuevos planes para el siguiente año (y con un poco de suerte, pertenecer a un grupo de alto nivel te permitirá ampliar la visión un par de años más); y -sí- disfrutar de los partidos de la NFL, conviviendo con los amigos y la familia, ya sea en comidas, ya sea de manera virtual en alguna liga de Fantasy Football. Así, con toda la ilusión, enfrentemos esta época, la que efectivamente es la mejor del año.

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Notas:

  1. En esta semana, se conjuntan varios deportes en Nueva York: la ronda final del abierto de ténis de Estados Unidos con un gran nivel este año, tanto en mujeres como en hombres; últimos juegos de la temporada regular del béisbol, donde pueden verse a los Yankees y a los Mets; y el inicio de la NFL, en la que los Gigantes debutan en NY contra los Redskins -los Jets visitan a los Texans. Esta época es la más cara de todo el año en la «Gran Manzana», incluso por arriba del fin de año.
  2. Imagen de meeyauw

Jueves ordinario: la ensalada

¿Qué nos maravilla más: el funcionamiento de nuestro cerebro al procesar los estímulos provenientes de la realidad y los procesos posteriores que van encimándose, mezclándose hasta rozar grados de abstracción inauditos? ¿O la realidad misma que escapa a nuestra insistente y necia intención por aprehenderla? ¿O el dinamismo que resulta de su convivencia y por tanto de una lucha que muchas veces se ha adjetivado como cósmica y determinante en la resolución de nuestra existencia?

Tal vez lo que maraville más son los cuestionamientos que somos capaces de formular en el ocio (ése que se busca y a veces se alcanza algunos jueves) y sobretodo las líneas que estamos dispuestos a compartir para introducir un tema lleno de subtemas casi sin conexiones, salvo porque han pasado por nosotros en los días recientes. Así, hagamos de este jueves una ensalada donde convivan realidad y opinión, considerando algunos hechos recientes y relevantes.

Harry Potter y el misterio del Príncipe Mestizo (la película) es -como casi todo mundo acepta- un fenómeno social. Sigue proyectándose por todo el mundo a más de un mes de su estreno y según los expertos (de los que tengo dos en casa) ha sido la mejor producción de la serie del mago estrella de la casa de Gryffindor. Muy seguramente los libros de J.K. Rowling serán los primeros que lea mi hijo en el género de novela. ¿Alguien más presencia diariamente los hechizos de Harry, a través de ese pequeño personaje que también trabaja de hijo y que -al ejecutar los movimientos con la varita- uno no puede evitar preguntarse si no estará ya mentalmente afectado?

Las bicicletas del DF son la mejor ilustración tercermundista de nuestro país. No hay un reglamento claro para el respeto a los ciclistas y menos contamos con infraestructura para que la convivencia con los automóviles tenga un mínimo de seguridad. Bueno, lo único que tenemos es una ciclopista con tramos tan inseguros que recientemente una jóven murió atropellada por la ineptitud no de los conductores sino de la autoridad. Va a haber bicicletas, pero no hay camino en donde puedan usarse de manera efectiva. Con qué desprecio solemos referirnos a los poblados más pobres de nuestro país: «pueblos bicicleteros», decimos. ¡Ya quisiéramos!

Human Rigth Watch ha emitido un informe en el que señala que las violaciones por parte del ejército a los derechos humanos son cuantiosas y flagrantes. Hace unos días escuchaba a su vocero referirse hacia el Presidente de México con mucha agresividad. Más allá de que su informe sea correcto o no, me dio mucho coraje que este tema se analice sólo desde un ángulo. El ejército está haciendo su trabajo de acuerdo a la línea de mando y me parece que lo hace lo mejor que puede, que es mucho mejor que cualquier cuerpo de policía del país. Por supuesto que van a existir puntos que resolver, pero habría que emitir un dictamen que contemple las aportaciones que también hace, incluyendo evaluaciones como las de aceptación de la sociedad, que lo sitúan en el grupo con más alta credibilidad del país.

La crisis económica internacional parece debilitarse un poco: algunos países europeos como Francia y Alemania registraron ligeros crecimientos en su producción en el segundo trimestre, aunque otros como España siguen cayendo sin ver todavía el fondo. Estados Unidos de América también ha registrado indicadores menos malos de los esperados. Y aquí en México también se han registrado algunos signos no tan negativos. No hay lugar para la euforia (que no tardará en presentarse en los mercados en un par de trimestres), pero sí para la esperanza: siempre habrá lugar para convencernos de que las cosas van a mejorar. Es casi obvio, pero no hay que olvidar que la mejora siempre empieza con la actitud.

La alegría panbolera nos inundó el día de ayer. El país se paralizó prácticamente desde las dos de la tarde y hasta la noche en algunos sitios. Somos un pueblo increíblemente divertido: festejamos como si se hubiera ganado algún torneo internacional de categoría y la realidad -ésa de la que hablábamos al principio- es que todavía estamos muy lejos de calificar al mundial. Pero no importa, pues también estamos buscando un pretexto que nos dé esperanza y nos haga sentir mejor. Al fin y al cabo, casi estamos seguros de que la inseguridad y la convivencia en la ciudad de México se solucionarán como por arte de magia. Aunque habría que aceptar que  tendremos que recurrir a hechizos verdaderamente potentes, pues la complejidad de nuestra economía y el surrealismo de nuestra política sólo pueden enfrentarse con el coraje que ayer mostraron los seleccionados.

En fin, aunque es muy poco probable que todos estos sucesos estén conectados directamente, es un hecho que nos marcan y que la manera en que los interpretamos definen -aunque sea un poco-  la actitud con la que nos levantaremos el día de mañana.

Jueves ordinario: el regreso a clases

Fue en la primavera de 1984. Estaba empacando mi maleta. Juqueteando con una idea que me divertía. En mi recámara, ahí donde tuve mis primeras reflexiones, rodeado de paredes azules y cuadros de fútbol americano. Pensaba que muy probablemente existían dos Rafaeles. El de esos momentos que saldría de vacaciones por una semana a Tuxpan en un viaje del colegio. Y el otro de la rutina diaria, ése que iba a clases y cumplía sus obligaciones. Me caía mejor el primero y me sentía alviado de dejar al segundo ahí.

Hace un par de semanas que salí de vacaciones me asaltó esta idea. Mientras empacábamos para ir a San Francisco. Mi reflexión no fue como la de mis doce años, pero sí me divirtió recordarla. Nos fuimos para descansar, para conocer y también para correr un maratón. Logramos los tres objetivos y uno adicional que fue uno de los motivos del viaje: festejar a mis papás, que este año cumplen 60 y 70 años de edad.

El Maratón.

Arranqué en el cuarto bloque a las seis y cuarenta de la mañana: oscuro todavía y lloviznando. La ruta es muy divertida y la complicidad de los corredores es asombrosa. Inicié con muy buen ritmo y de pronto ya estábamos en el Golden Gate Bridge: bruma y frío que impulsaron mi paso.

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La primera parte del maratón fue muy estimulante: pasé por la milla 13.1 en una hora y cincuenta. La segunda parte seguí con gran ritmo, con otra vuelta a uno de los lagos del Golden Gate Park; nos metimos en las calles residenciales y las subidas y bajadas fueron muy divertidas hasta la milla 22.

A partir de ahí, empecé a pagar no haberme apegado a mi plan de entrenamiento en las semanas recientes: los músculos de mis piernas trabajaban a marchas forzadas y apretaba los puños tratando de retener la energía que poco a poco se iba esfumando. Antes de llegar a la milla 24 (que fue la octava vuelta que marqué por estrategia) pude comer una fresa deliciosa que me ofreció una de las tantas personas que apoyan a los corredores.

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Las dos millas finales fueron de regalo, ya con un paso lento, con las piernas muy cansadas, pero mi corazón bombeando sin problemas, impulsándome al carril final, lleno de personas. Escuché mi nombre en el sonido local casi al mismo tiempo que ví a mi familia aplaudiendo y celebrando mi esfuerzo.

Conociendo la ciudad y los alrededores

No es mi intención hacer una crónica de los lugares visitados, pero sí  compartir un par de imágenes e impresiones.

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Rentamos un cochecito estilo Go-Cart turístico. Fue una muy buena experiencia de padre e hijo (yo el primero), pues nos perdimos casi sin querer y al final tuve que empujar el carrito en una de esa subidas increíbles de Union Square, en la calle de Powell.

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Rentamos un coche y fuimos a Sausalito y a Napa Valley.  La libertad de ir sin tour nos encanta, porque siempre conocemos algo más que no viene en las recomendaciones de la web o de los cuates. Sausalito es un pueblito precioso y Napa Valley una pequeña muestra de cómo se hacen los negocios en nuestro país vecino: con visión de largo plazo y flujo de efectivo suficiente en el corto plazo. No soy experto en vinos, pero sí aficionado y es muy interesante conocer los viñedos y algunas historias estilo «american dream» que complementan exquisitamente la visita.

Alcatraz es otro ejemplo de la gran capacidad de los estadounidenses de hacerte pasar un gran rato. Desde la salida en el ferry, pasando por un video introductorio y con el plato fuerte: el tour guiado con audio. La imaginación se cruza con el lugar físico y depende de cada quién que tanto recreas lo que sucedía en esa prisión de alta seguridad.

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Los Gigantes apalearon a los campeones Phillies y estuvimos ahí para presenciarlo. Con un hot dog en una mano y una cerveza en la otra. Un estadio muy funcional con un ambiente muy agradable. La mitad de los peloteros son latinoamericanos y más del noventa porciento de los aficionados caucásicos. De regreso -ya de noche- en metro y en trolebús.

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Nos subimos al famoso tranvía cuando menos diez veces. Cada una la disfruté enormemente: es un paseo turístico, pero mucha gente que vive en esas calles sigue utilizándolo como medio de transporte diario. Los operadores gruñones cuidando la seguridad de los viajantes y los turistas con cámaras en mano.

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Descansando y festejando

En las mañanas en un restaurante muy casero de comida americana. Algunas noches un par de tragos en el hotel, en unos sillones estilo lounge alrededor de una fogata. Aquí cabe la frase legendaria de Mark Twain: «El invierno más frió que he pasado fue un verano en San Francisco».

Para comer y cenar un par de lugares buenos en Fisherman´s Wharf; mejor el de Sausalito; todavía mejor el Morton´s en Union Square. Clam Chowder y cerveza; vino blanco y langosta; vino tinto y porter house; un par de martinis por ahí antes de un rib eye; claro y varias hot dogs en Union Square.

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Regresando a clases

Este jueves regresé a trabajar después de dos semanas de vacaciones; tenía muchos años de no tomarme tantos días: fue sensacional hacerlo, pues aunque no me desconecté sí descansé muchísimo. También es un hecho que ya no existen dos Rafaeles; desde hace muchos años han estado conviviendo todos los días. Coincidimos en dos factores: hacer las cosas que nos gustan y hacerlas siempre con pasión. Sea en San Francisco o en Tacubaya, en Tuxpan o en Coyoacán.

Jueves ordinario: el retraso

Hoy es un buen día para escribir el jueves. Desde el viernes planeé escribirlo hoy, aunque me imaginaba que sería por la mañana: con todo el día por delante. Por cierto que un poco por eso elegí el jueves en jueves; porque es mi día favorito de la semana: el preámbulo del fin. En casa de mis papás –cuando apareció el programa ‘Hoy no circula’- el jueves era el día en que teníamos todos los coches disponibles. En fin, ya fue muy larga la introducción del jueves en domingo.

Quien también se tardó en platicarnos lo que sabía respecto al manejo político de nuestro país, fue Miguel de la Madrid Hurtado. Independientemente de la falta de oportunidad, un amigo me comentaba el día de ayer que los testimonios del expresidente mexicano son un gran legado: “como cuando un abuelo platica una gran historia a sus nietos”. Estoy incluyendo la grabación de la entrevista, donde la principal denuncia (porque no es otra cosa) gira alrededor de los actos ilícitos de Carlos Salinas de Gortari y sus hermanos.

 

 

// Cambiando de tema. En los tres últimos partidos de los Pumas, los goles han estado a punto de retrasarse. Contra el Cruz Azul a dos minutos del final; en la ida contra el Puebla, en el último minuto; y ayer, otra vez en el último minuto. Por cierto que el de ayer no lo vi, pues estaba platicando sobre Miguel de la Madrid y Carlos Salinas; pero me enteré y vi las repeticiones. //

Unas horas después de la entrevista con Aristegui, Miguel de la Madrid emitió un comunicado de prensa, desacreditando las respuestas que había dado previamente. Argumentó que debido a su estado de salud convaleciente no está en condiciones de «procesar adecuadamente diálogos y cuestionamientos […] y que las respuestas dadas carecen de validez y exactitud».

// La final del fútbol mexicano será Pumas vs. Pachuca. Ya tengo apostada una comida con un amigo necaxista. La verdad es que no sigo mucho el fútbol, ni el mexicano y menos el europeo, aunque sé que esto me deja fuera de algunas pláticas; pero sí le voy a los Pumas y pues a echarle porras. Pronostiquemos: 2-1 el de ida y 1-1 el de vuelta. Otro campeonato para el Tuca. //

Días después de la ya famosa entrevista, Carlos Salinas de Gortari consideró seniles las declaraciones de Miguel de la Madrid; y dijo sentirse indignado por el abuso del que fue objeto (de la Madrid), pues por su avanzado enfisema pulmonar ha perdido gran parte de su capacidad cerebral. Invitó a la sociedad a contribuir a un debate informado, lo que –a mi parecer- refleja el profundo cinismo que caracteriza a la clase política mexicana.

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Notas al margen:

  1. Carmen Aristegui no representa el periodismo que requiere el país, pues su afán de destruir no viene acompañado de una crítica propositiva. Pareciera que una revancha en su vientre impulsa su ejercimiento de la libertad. Aún así, es mejor -mucho mejor- que Carmen aparezca en los medios; lo ha logrado a pesar de varios intentos de sacarla del aire. Tal vez mi falta de aprecio intelectual por esta periodista sea un tema de expectativas: siempre quise que diera ese salto que separa a los periodistas de las personas que hacen una diferencia permanente; decidió no hacerlo, renunció a la imparcialidad y ha tomado partido irracionalmente.
  2. Recuerdo que recién acabó el sexenio de Salinas, muchos creían que sería recordado como uno de los mejores presidentes del país, principalmente por las grandes reformas económicas que lideró; pero toda su labor se empañó con su manejo político y su ambición de poder … y dinero.
  3. Se ha escrito hasta el cansancio que México es un país que está retrasado por decisión propia. Que como país nos maravilla nuestro pasado y que estamos atrapados en él; que no hemos perdonado nuestros pecados: desde el mestizaje, pasando por la independencia y la revolución hasta los que hoy llenan las portadas de los periódicos. No hay conciliación y es posible que ya se nos esté haciendo demasiado tarde.
  4. Gracias Luis, por la idea del jueves; y sobretodo a tu familia, por la invitación del sábado.

Jueves ordinario: el tochito a los treinta y altos

– «Papá, mejor yo te mando el pase», me dijo Bruno después de que le sugerí qué trayectoria hacer.
– «Me duele la espalda», reviré con una mueca de ligero dolor.

Inusualmente, salí temprano de la oficina acompañando a una tarde espectacular. Al llegar a la casa, Bruno y un par de vecinos me invitaron a jugar tochito. Ni lo pensé. Se armaron rápidamente los equipos: dos y dos y me tocó con mi hijo. Él, de seis años y nuestros contrarios de once y nueve años respectivamente. Ni sumando sus años se me acercan. ¿Alguien recuerda que muchas veces -para buscar equilibrar los equipos- sumábamos los años, sin importar que muchas veces el más grande era también el más malo?

Empezamos con un leve recordatorio de las reglas; sus reglas por supuesto, pues quise sumarme a la dinámica existente. Toque arriba de la cintura, «no se vale en la cabeza»: puedes correr en todas las oportunidades, pero no pueden tocarte si dices «line», lo que además implica que sólo puedes mandar pase. Sale. Pateamos. Recordé esa sensación de felicidad al ver cómo el balón volaba a través del cielo azul y bajaba poco a poco, muy lento. Y corrimos: Bruno y yo corrimos a defender, juntos por primera vez en un partido.

A la defensiva, él presionaba al QB y yo con mis varios centímetros más alto me quedaba cubriendo el pase. Ahora, que estoy sentado aquí, confirmo que debí dejarlos anotar un par de veces; lo pensé durante el partido, pero algo dentro de mi me impulsó a interceptar todo lo que se me acercaba. A la ofensiva, intercambiamos: hizo excelentes trayectorias (tenemos «recto», «stop» y «stop and go»). Increíble cómo una y otra vez el «stop and go» es jugada de TD. Claro que faltó que la atrapara para concretar los siete puntos. Pero las ejecutó con maestría y superó varias veces al niño de once. Cuando me tocaba a mi hacer las trayectorias, pudimos avanzar mejor, pues para un niño de seis (y no sé hasta qué edad) es más fácil lanzar que atrapar. Lanzó un par de pases muy certeros y por arriba del defensivo que nos valieron un par de anotaciones. Todo fue bien, hasta que sentí este dolor que traigo en la parte baja de la espalda. ¿Cómo puede uno correr 16 kilómetros el fin de semana y a los tres días estar como viejito en un juego con niños que no han salido de la primaria? Pues así.

Terminamos el partido; leí y mandé varios mails; hice y recibí varias llamadas; nos arreglamos para ir al concierto. ¿Qué habrán sido? ¿Dos horas? Y cuando nos íbamos ya había otro partido llevándose a cabo: tres y tres; con una niña de un lado y el portero de la privada del otro. Ahí estaban organizándose para hacer una trayectoria o intentar un pase largo; corriendo armónicamente y celebrando esa anotación espectacular. Gritando y divirtiéndose como solo los niños saben hacerlo. Estoy seguro que al terminar, ni sintieron nostalgia y menos un dolor intenso en sus músculos. No, terminaron y al despedirse se prometieron verse al día siguiente para continuar.

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Notas al margen:

  1. Según me han dicho y he observado en la colonia donde vivo, hay un furor por el fútbol americano. Los niños han estado cambiando la redondez y las patadas, por el ovoide y los pases. Excelente elección; tal vez sea el principio del cambio en el país.
  2. Nunca imaginé ver a nuestra moneda en 15 pesos por dólar. Bueno, ni por asomo se me ocurrió. Bromeé hace unos meses, cuando el peso a 12.5 me recordaba los 70s y las políticas populistas que tanto daño nos hicieron.
  3. Si alguien, alguna vez, quisiera ilustrar un ejemplo de decadencia política, seguramente elegirá un spot de los que inundan los medios actualmente y casi cualquier declaración de nuestros políticos.