Jueves ordinario: crónica de un oficinista

Bajo cualquier otra circunstancia, esta crónica resultaría absurda. Sin embargo, es verídica e incluso ordinaria bajo las condiciones de esta semana. Es muy probable -además- que en unos días parezca exagerada. Pero no hoy.

Inocencio llegó a las ocho y media en punto a su nuevo trabajo. Era muy afortunado por haber conseguido ese puesto, pues las condiciones económicas eran muy desfavorables. Fue contratado a prueba de tres meses como analista de riesgos.

Se sentía muy nervioso y no dejaba de preguntarse si cumpliría con las expectativas. Su experiencia previa se reducía a una pequeña empresa familiar. Supo que su día sería inusual cuando el guardia de la entrada le entregó un tapabocas. El sábado anterior el secretario de educación había anunciado la suspensión de clases por «tres días y pico». Por tanto, no parecía tan raro que se tomaran algunas medidas preventivas en las empresas. Sin embargo, nunca imaginó que entraría prácticamente enmascarado a su primer día de labores.

Se registró en el libro de entradas y subió al piso que semanas antes había visitado para entrevistarse con quien sería su jefe. Dio vueltas por algunos módulos y por fin reconoció un póster de una campaña, donde aparecía un señor creciendo en una escalera. Estaba un poco mareado, pues la respiración se le dificultaba, pero entró con decisión. Su jefe ya lo esperaba y le dio la bienvenida, indicándole que no saludara de mano y que procurara guardar distancia entre sus compañeros. Recorrió una veintena de lugares para que lo presentaran, lo que resultaba bastante extraño, pues no veía los rostros de las personas y tampoco escuchaba bien qué decían. La escena de reverencias y saludos con la mano hacia arriba se repitió una y otra vez. Al final, no recordó un solo nombre.

Asentía firmemente mientras su jefe le explicaba que su aportación se concentraría en análisis de bases de datos de clientes morosos. Utilizaba una terminología apenas comprensible, lo que le provocaba un ligero sudor en las manos y una comezón insoportable en la parte posterior de las orejas al sentir cómo los hilos del tapabocas lo rozaban. Trataba de mantenerse sereno pensando que con el tiempo entendería de qué rayos estaba hablando ese personaje que lo había contratado. De pronto, el murmullo que había estado presente en todo momento desapareció.

«Está temblando» se escuchó decir apresuradamente. «Sí, está temblando», repitió la asistente. «Tranquilos …» se oyó a lo lejos. Todos sus compañeros -siempre con el tapabocas puesto- se levantaron de sus lugares y casi creyó ver las risas nerviosas que se esbozaban debajo de esa tela azul.  A través de un sonido apenas perceptible se instruyó no evacuar el edificio: «Compañeros, mantengan la calma, no es necesario salir de las instalaciones …» La distracción duró menos de diez minutos, pero la impresión de esas primeras horas de trabajo no lo abandonó en todo el día. Salió a las seis de la tarde, casi corriendo. Descansó al sentarse en el metro y ver que el uso de los tapabocas en el transporte público era más democrático.

Cuando llegó al día siguiente, le pareció ya común ver cómo todos los empleados portaban su máscara protectora. Todavía no tenía un lugar asignado, por lo que pasó todo el día en una pequeña sala de juntas, contigua a la oficina de su jefe. Le entregaron unos expedientes y le pidieron que se familiarizara con los documentos que se pedían. Que tratara de ver cuál era la lógica de integrar los papeles. Sabía que sólo lo estaban entreteniendo, pues al no tener una computadora asignada no podía realizar sus labores. Se habían suspendido las entregas de los proveedores, por lo que su máquina no llegaría sino hasta la siguiente semana.

Se hizo un silencio. Nuevamente el sonido del edificio anunció algunas medidas. Siguieron risas y después caras de preocupación. Se acercó a uno de sus nuevos compañeros para investigar qué había sucedido. «Hay un enjambre de abejas en la entrada y no podremos salir a comer», le respondió nerviosamente. «Es broma», se decía mentalmente con sarcasmo, «todo esto es una broma … el virus,  el temblor, las abejas, la computadora … todo». Regresó a la sala de juntas. Ahí estaba el expediente y ahí él, viéndose desde afuera en una escena que jamás imaginó.

A media tarde hubo una pequeña reunión en el módulo. El jefe informó que dos compañeros del área de operaciones estaban hospitalizados, que creían que era Influenza Porcina, lo que desató una lluvia de murmullos y expresiones que salieron por encima de los tapabocas. «¿Cómo es?», escuchó que uno le preguntaba a otro. El jefe levantó la voz para instruir que se extremaran precauciones: usar el tapabocas en todo momento y lavarse las manos continuamente. Salió a las seis de la tarde y esta vez sí iba corriendo.

A nadie le sorprendió que el miércoles no se presentara a laborar.

Jueves ordinario: el descanso

El jueves de hoy será muy breve y concreto.

“Papa: ¿Estás orgulloso de mi?”. Con esta pregunta, Bruno se fue a dormir. Acabábamos de revisar sus calificaciones de la escuela. Sé exactamente con qué energía está descansando en estos momentos: su satisfacción por estar haciendo un muy buen trabajo en la escuela se complementa con el reconocimiento que le damos su mamá y yo. Son necesarios los dos; a esa edad y me parece que a cualquiera.

Afortunadamente esa misma energía me ha acompañado desde niño. No diario ni tan seguido como quisiera, pero sí con mucha intensidad cuando se presenta. Me he sorprendido sonriendo cuando empiezo a perder la consciencia. Tal vez sea la mejor manera de descansar. Claro que también ayuda el ejercicio. Hoy, por ejemplo, apuntalaré mi sueño principalmente en los diez kilómetros que corrí por la mañana.

Aunque es claro que hay personas que pueden dormir «a pierna suelta» sin satisfacción de sus logros, ni reconocimiento, menos de ejercicio …

Jueves ordinario: Influencias 3 (otro cuento)

Respiro el fresco sabor de la mañana. Aprovecho y lleno mis pulmones de oxígeno, dejando escapar poco a poco esa materia fantástica que me llena de fuerza. Concientemente. Enciendo el coche y espero a que la puerta se abra. Son las cinco y media de la mañana. Me aseguro de sacar mi mano para despedirme de Bruno. Él me ve desde la ventana. Es nuestro ritual. Después se va corriendo a su recámara; cuando llego a la caseta, él ya me está esperando para gritar: «¡Adiós, papá!». Y su voz aguda penetra en el silencio de la madrugada.

Voy a correr. Faltan solo trece semanas para el maratón. No he tenido el mejor entrenamiento. He apretado el ritmo en las últimas tres semanas, pero no es suficiente todavía. Estoy adolorido. Mis músculos empiezan a reclamar el incremento de kilómetros. Ayer en la mañana fui testigo de una lucha interna en la que mis piernas se impulsaban por mi voluntad y al mismo tiempo eran retenidas por una pesadez insoportable. Ésta última es efecto de la falta de disciplina en los primeros meses del año. Tarde o temprano se paga la inconstancia. Ayer en la mañana pagué una buena dosis. Ya veremos en estos días a cuánto asciende el pagaré.

Imagino que hoy será otro gran día. Estoy reunido con mi equipo de trabajo y uno a uno van presentando los avances de sus proyectos. Los retos no son menores y los obstáculos siempre aparecen cuando menos se esperan, pero este equipo tiene una voluntad encomiable. Lo intenta una y otra vez. Hay tropiezos, pero también una mano que ayuda a que se levante quien se ha caído. Tenemos retrasos en algunos temas, pero nada que el talento de cada integrante no pueda superar. Un ingrediente adicional. El sentido del humor. Por más presión que haya; ya sea por entregar algún documento o diseñar una táctica para mejorar las cifras del cierre de mes, nunca se deja de escuchar una carcajada en el módulo. Incluso los más serios han aprendido a sonreír con más frecuencia. Sin duda, hoy será otro gran día.

Hace un par de décadas salía de mi casa con la frescura de la mañana. Cerrando la reja y regresando el saludo al vecino; le reprochaba inmiscuirse en mi existencia. Caminaba, prendía un cigarro y perdía el camión. Caminaba y en el trayecto encontraba a un señor que me platicaba asuntos que yo no entendía. Perdía el rumbo y después, con una maleta que jalaba de mi hombro caminaba más. Iba con un sentimiento de haberme cargado de piedras que nunca pedí.

Cada vez que salgo del entrenamiento, la misma sensación de bienestar recorre mi cuerpo. Parte es de satisfacción por el esfuerzo realizado y el objetivo logrado; y otra parte, la fisiológica, está integrada por endorfinas. Que me hacen sentir feliz sin otra razón mas que la de haber realizado ejercicio. Manejo hasta el deportivo y en el camino siempre vengo pensando. Es decir, vengo controlando las ideas que surgen en mi mente, dándoles un sentido. Buscando agotar los temas y permitiendo -suavemente- que otros impulsos participen en la construcción de alguna solución o de un plan en específico. Y también me desvío a otros temas, unos por preocupación; otros por puro placer. Cuando dejo de correr, las interrupciones son más frecuentes y mis ideas se tornan más democráticas.

Hace un par de décadas era amante del existencialismo. Me gustaba perderme en una sensación de incertidumbre cósmica. Solo la falta de un sentido absoluto me confortaba. Criticaba a la felicidad como la meta del ser humano y contraponía este estado con el que consideraba como genuino: la tristeza. Porque ahí se podía percibir -casi rozar- la esencia de la vida y de la muerte. Con los sentidos muy alertas y el espíritu extendido, lograba dilatar mi percepción hacia un instante lugar sensacional; ahí donde una energía arrolladora recorría mi cuerpo con tal intensidad que casi me sentía flotar. Hace más de veinte años de esas experiencias existenciales que no requerían más que de una hoja, una pluma, un frasco de agua y un cigarro.

Cuando estoy en la oficina, el gran día se convierte en otro más de retos y obstáculos. Muchos son de comunicación; la mayoría. Los seres humanos tendemos a causar confusiones, de manera involuntaria y por tanto inconciente. Invertimos gran cantidad de tiempo en llamadas telefónicas, también y sobretodo en correos electrónicos. Aún así, no estoy dispuesto a que mi día se pierda en eso. Luchamos por construirlo desde temprano y no sobran palabras de aliento que nos griten desde una ventana, haciéndonos evidente cuál es el sentido de seguir haciendo las cosas.

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Las versiones anteriores de Influencias pueden encontrarse dando clic en:

La influencia

Influencias (2)

Jueves ordinario: marketing recesivo, talento y unos días de descanso

Pocas veces tengo la oportunidad de escribir el «Jueves ordinario» con lentes polarizados y una gorra de béisbol -que buscan infructuosamente detener el sol del estado de Florida de las tres de la tarde. Más allá de estos 35 grados centígrados o del hecho de que hoy es domingo y no jueves, buscaré esbozar una pequeña reflexión a propósito de estos días de descanso, del talento en las empresas y sobre un artículo de este mes de la revista Harvard Business Review titulado How to market in a downturn.

El artículo está dividido en cuatro secciones, en las que se busca dar una recomendación concreta a las áreas de marketing para no equivocarse en sus estrategias; principalmente en no aplicar la tradicional política de reducción generalizada de costos y mas bien en aprovechar la situación para redefinir la estrategia, considerando las características actuales, sin descuidar el largo plazo -con todo y la expansión que llegará en algún momento. Al final del post, anexo un resumen traducido con estilo libre, donde se podrá encontrar el planteamiento general y las recomendaciones específicas.

Muchos años me negué a salir de vacaciones en semana santa, principalmente por el exceso de personas que desquician los destinos turísticos, incluso los mejor equipados; el concepto es en términos generales correcto para nuestro país, pero no así para otros países. Por la mañana fuimos a una de las playas más populares de Forth Myers y -aunque el lugar estaba completamente lleno- la sensación de armonía y convivencia era contundente: además de que las personas llevan sus bolsas para recoger su basura, la renta de camastros y sombrillas está a cargo de un par de personas. Contrasta (esa fue la imagen que tuve de inmediato) con la playa frente al hotel Princess en Acapulco, donde la basura emerge de la arena y la renta de las palapas está en manos de una mafia de lancheros que suman más de veinte en un día flojo. Cabe señalar que esta playa de Florida es visitada por la clase media estadounidense; la principal diferencia es que la gente común de este país tiene cargado un software de convivencia que privilegia la cooperación y al mismo tiempo contiene esquemas de castigo que inhiben la violación de las leyes. Por poner un ejemplo, se destinan cuatro lugares para vehículos del sheriff y nadie se atreve a estacionarse ahí; ni qué decir de los lugares destinados para personas con capacidades diferentes; claro que además de la conciencia comunal, siempre ayuda el letrero que recuerda una multa de 200 dólares a quienes se estacionen ahí de manera indebida.

En estas épocas difíciles, se distinguen los talentos genuinos de los talentos situacionales -esos que brillan solamente en épocas de abundancia. Es en estos momentos que -como se dice coloquialmente- se separan los hombres de los niños. Vender en la parte alta del ciclo económico es más fácil que en la parte baja (es casi obvio), por lo que en estas circunstancias las empresas deben echar mano de sus mejores recursos para sobrevivir y sacar ventaja de sus competidores. Lamentablemente, la mayoría de las empresas no cuentan con un sistema de administración de talento que les permitan identificar de manera efectiva quiénes son las personas de mayor valor (presente y futuro). Más difícil es que -habiéndolas identificado- se tengan esquemas de desarrollo y retención de ese talento. Por ello, es muy común que existan recursos humanos desperdiciados o sobrevalorados; en ambos casos, la generación de valor quedará muy por debajo del potencial de la empresa.

Cabe señalar que hace unos años, la elección de mis vacaciones coincidía con que mi niño estaba en una etapa de preescolar, donde faltar en mayo o en octubre no hacía diferencia con su aprendizaje. Este año coincidió una mayor exigencia en sus tareas escolares con un acuerdo laboral expreso para salir de vacaciones con una óptica de cooperación para mejorar el desempeño. Es decir, salir en la temporada alta, donde casi todos salimos y aprovechar el resto del año (que suma en el mejor de los casos cuarenta semanas) para instalar los proyectos que tenemos a nuestro cargo, aprovechando que el personal clave está disponible para garantizar una ejecución efectiva. Así, aunque las exigencias del año están siendo muy retadoras y tenemos mucho por hacer y redefinir en muy poco tiempo, tomé un descanso -junto con muchos colegas- para recargar baterías, reflexionar desde otra perspectiva cómo mejorar en nuestros proyectos, acelerar el ritmo en mi entrenamiento rumbo al maratón y sobretodo convivir intensamente con mi familia -estando ahí en todo momento en cuerpo y espíritu como no lo hacía desde hace varias semanas.

El artículo de la revista HBR es muy oportuno, pues además de sumar en las técnicas de segmentación, advierte que las áreas de marketing no deben ser castigadas con recortes generalizados (que en muchos casos son incluso desporporcionados); recomienda acciones concretas para enfrentar la recesión con un objetivo claro: contener la caída en las ventas y sentar las bases para estar preparados para un repunte en el crecimiento del largo plazo. Los «qués» son muy claros e incluso una guía de  «cómos» pareciera no constituir un problema en la ejecución. El reto -como casi siempre- es que exista el talento suficiente para hacer suceder estas recomendaciones, o adaptar las necesarias a la realidad de la empresa o del sector. Es en estos momentos, donde las empresas que no se han preocupado por gestionar correctamente el talento pagan con mayor costo postergar una estrategia que debería ser la piedra angular de toda corporación.

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Resumen del artículo «How to market in a downturn»

1. Entendiendo la psicología de la recesión.

La esencia del artículo es orientar el marketing de acuerdo a una segmentación de consumidores por su su psicología ante la recesión. No es menor el asunto, pues sugiere olvidar las clasificaciones tradicionales enfocadas más a las características poblacionales («más de 40», «familias jóvenes», «ingreso medio», etc.) y elegir las relacionadas con la conducta que los grupos adoptarán en sus patrones de consumo:

  • Frenan-a-fondo. Este segmento se sienta más vulnerable y son los que más fuerte jan sido golpeados por la situación. Reduce todo tipo de gastos, eliminando, posponiendo o sustituyendo sus compras. A pesar de que los consumidores con ingreso más bajo típicamente caen en este grupo, es posible encontrar consumidores ansiosos con alto ingreso si su salud o su ingreso se han deteriorado notablemente.
  • Adoloridos-pero-pacientes. Tienden a resistir y ser optimistas en el largo plazo, pero con menor confianza en la pronta recuperación  o en su habilidad de mantener su estándar de vida. Como el grupo que frena-a-fondo economizan sus en todas las áreas, aunque de una manera menos agresiva. Constituyen el segmento más grande que ha resultado ileso por el desempleo y está integrado por diferentes niveles de ingreso. En tanto las noticias se tornen más negativas, el segmento adolorido-pero-paciente migrará al frena-a-fondo.
  • Acomodados. Consumidores que se sienten seguros respecto a sus habilidades para enfrentar los saltos actuales y futuros de la economía. Consumen cerca de los niveles pre-recesivos. El segmento está integrado principalmente por el 5% más alto del nivel de ingreso. Incluye también personas de un grupo con ingresos menores, pero seguros de sus finanzas, como retirados, inversionistas que se salieron antes de las crisis o que tienen su dinero en instrumentos financieros de bajo riesgo.
  • Viven-al-día. Se mantienen como de costumbre sin preocupaciones por sus ahorros. Los consumidores de este tipo responden a la recesión principalmente posponiendo en el tiempo mayores compras. Principalmente son población urbana o jóvenes que rentan y que consumen más experiencias que productos. No cambiarán sus hábitos de consumo a menos de que se queden desempleados.

Estos segmentos-independientemente del grupo al que pertenezcan- priorizan su consumo en cuatro grupos de productos y servicios:

  • Esenciales. Necesarios para la supervivencia o percibidos como centrales para el bienestar.
  • Complementarios. Su consumo inmediato es considerado justificable.
  • Postergable. Necesidades o deseos en el que el consumo puede desecharse.
  • Dispensable. Percibidos como innecesarios o injustificables.

En general, todos los consumidores consideran bienes esenciales los relacionados con la comida, habitación, vestimenta; la mayoría también incluyen en este grupo a el transporte y el cuidado médico. Más allá de los bienes esenciales, la asignación depende de la idiosincrasia de cada persona.

Aún así, mediante una matriz que combina los segmentos definidos por su conducta psicológica con los segmentos definidos por tipo de bien y servicio, es posible identificar con bastante claridad qué tipo de comportamiento adoptará cada grupo y por tanto definir en qué situación (del ciclo económico) se encontrarán los sectores focalizados a cada uno de esos «clusters».

2. Manejando las inversiones en Marketing

Durante las recesiones es importante -más que nunca- recordar que los clientes leales son la principal y creciente fuente de flujo de efectivo, así como del crecimiento orgánico. En este sentido, el marketing no es opcional, es una inversión necesaria. Aún así, la reducción de costos en los presupuestos de las compañías afectan de manera desproporcionada al marketing. Así, es necesario distinguir qué costos son necesarios y cuáles no. Construir y mantener marcas fuertes sigue siendo una de las mejores maneras para reducir el riesgo del negocio.

La revisión presupuestal de marketing es más fácil en tiempos recesivos que en los expansivos, pues las épocas difíciles permiten distinguir con mayor claridad desempeños deficientes y eliminar tácticas de baja aportación de valor. Cuando la supervivencia es el objetivo, la compañía acepta mejor la revisión de estrategia de marketing y la reubicación de sus presupuestos. Esta revisión permitirá identificar en dónde realizar recortes, donde mantener el gasto e incluso en dónde incrementar.

Hay cuando menos tres aspectos donde deben revisarse las inversiones en Marketing:

  • Asignar oportunidades. Ubicar los productos y servicios dentro de los cuatro segmentos definidos por la psicología recesiva. Será una guía para determinar su asignación presupuestal.
  • Ubicar para el largo plazo. Es necesario ser flexibles, ajustando las estrategias y tácticas, considerando que en algún momento tendrán que estar listo para reaccionar de manera rápida ante una etapa expansiva.
  • Comunicar el presupuesto de marketing. Durante las recesiones los departamentos de marketing están bajo la presión de hacer más con menos y demostrar las altas tasas de retorno de la inversión. Sobretodo, considerar que habrá que seguir realizando anuncios que fortalezcan la marca, como gastos en televisión nacional.

Asimismo, es indispensable definir las tácticas de marketing por cada segmento. Algunos ejemplos:

  • Frenan-a-fondo en productos esenciales. Enfatizar el precio; ofrecer paquetes más pequeños con precios más bajos; promover productos de bajo de costo; introducir marcas de pelea (bajo costo).
  • Adoloridos-pero-pacientes en productos complementarios. Reconocer al clientes leal, aún si consumen menos; promocionar productos como alternativas a los más caros.
  • Acomodados en productos postergables. Promover ahorros al comprar ahora; publicitar a los consumidores que no comprar ahora está dejándolos fuera.
  • Vive-al-día en productos dispensable. Ofrecer nuevos productos muy atractivos y promover que «deben tenerlos»; publicitar como productos a los que se puede aspirar en el momento que el ingreso se incremente.

3. Marketing a través de la recesión

Durante las recesiones, los responsables de maketing deben balancear los esfuerzos para garantizar las ventas de corto plazo y garantizar la sanidad de las de largo plazo. Existen tres maneras para lograr este objetivo:

  • Estandarización de portafolio de productos
  • Mayor acceso a los productos
  • Incrementar la confianza

4. Posicionándose para la recuperación

Los supervivientes que logren superar esta recesión, concentrándose en las necesidades de los consumidores y en sus marcas principales, fortalecerán considerablemente su posición en los futuros días soleados. Después de que la mayoría de las recesiones han terminado, los comportamientos de los consumidores tienden a regresar en un par de años a su situación «normal»; ante recesiones profundas -como la que estamos viviendo- la psicología recesional tiende a extenderse hasta por una década.

Entre más profunda y extendida sea una recesión, más posibilidades existen de que los consumidores transformen sus hábitos y valores. En este sentido, es indispensable que los responsables del marketing, se preparen hoy para enfrentar cambios de hábitos en los consumidores en el futuro.

Jueves ordinario: la piedra y los espíritus animales

Estábamos entrando a la adolescencia. Nos reuníamos todas las tardes. Además de primos, vecinos. En la calle. Jugábamos tochito o simplemente lanzábamos piedras hacia los lotes baldíos. Platicando y lanzando. «A ver quién la llega a la calle de abajo», después de un movimiento rápido salían a toda velocidad tres piedras. Con mis dos primos: uno dos años más, otro uno menos. Sí llegaban. «A ver quién le da al árbol»: y salían las piedras hacia su destino. «Ahora a la barda de la casa»: y ahí iban. Había mucha grava y con ella piedras ideales para nuestro inocente entretenimiento. «Ahora a ese otro árbol…. ahora …» y así -una de esas tardes- rompimos una ventana de una casa en construcción.

// «No hay dos crisis económicas idénticas», señala una reseña escrita por Jac Depczyk acerca del libro «Animal Spirits» publicado el mes pasado, sin embargo siempre emergen las mismas tres preguntas: ¿Cómo nos metimos en este desastre?, ¿cómo podemos salir de él? y ¿cómo evitamos caer en una situación similar? Los autores del libro son dos connotados economistas norteamericanos: George Akerlof y Robert Shiller. //

Hubo un intento tímido de festejo al ver primero y escuchar después cómo se rompía el vidrio. La ventana no era muy grande y bien a bien no estoy seguro (incluso ahora a más de 25 años de distancia) que nuestra intención hubiera sido romperla. No tardó en salir el velador de la casa, acompañado con señas y gritos de reclamo. Casi de inmediato empezamos a caminar calle abajo. «Vámonos de aquí». No tardamos en empezar a trotar, pasamos frente a mi casa y de pronto ya íbamos corriendo hacia la casa de mis primos. Detrás de nosotros venía el velador y de lo que sí estoy seguro es que no teníamos intención alguna de que nos alcanzara.

// El título del libro es una alusión clara de una frase acuñada por el legendario economista británico John Maynard Keynes. Estos «espíritus animales» se refieren a las expectativas irracionales que adoptan los entes económicos, particularmente las referidas a la confianza del desempeño de la economía y las finanzas. Este concepto aparece en su famosa obra publicada en 1936: «La Teoría General de la ocupación, el interés y el dinero», donde afirma que el impulso que está detrás de este comportamiento es la preferencia espontánea por la acción sobre la inacción, más que una estimación racional basada en herramientas probabilísticas. //

Mi primo más grande buscó llevarnos hacia la torre de luz, contigua a su casa, para escondernos ahí: subió al terreno baldío gritándonos con desesperación, pero ignoramos su estrategia y seguimos -los dos más pequeños- en dirección a su casa. Al ver que no le hacíamos caso, bajó a toda velocidad lanzándonos un par de improperios. Tocamos el timbre y muy rápido nos abrieron la puerta. Nuestro perseguidor lo vio todo. Pero no nos importó en el momento, pues ya estábamos a salvo y además con claras instrucciones de que no abrieran la puerta.

// Los autores dividen los espíritus animales en cinco tipos:

  1. Confianza. Referida a la estimación irracional sobre el precio de una acción empresarial, sin importar su capacidad de producción y generación de valor.
  2. Equidad. Aunque los economistas conocen su importancia, la mayoría la ignoran.
  3. Corrupción o mala voluntad. Es lo que explica los casos como Enron.
  4. Ilusión monetaria. Ignorar la inflación y sus efectos, principalmente cuando su tasa es baja
  5. Historias. Los economistas suponen que las personas son suficientemente irracionales como para creer en tendencias permanentes; como la referida a que los precios de las casas nunca bajarían.

Por lo tanto, los modelos no contemplan las consecuencias de estas creencias incorrectas sino hasta que ya es demasiado tarde. //

Un día después, casi toda la familia se enteró de que habíamos roto la ventana. El velador estuvo tocando unos minutos y al ver que nadie abría, decidió regresar al día siguiente; por la mañana. Le reclamó a Sole, una muchacha que trabajó muchos años con mi tía, y por ahí se descubrió todo. Cuando nos pidieron explicaciones no solo no pudimos contestar la razón por la que rompimos la ventana, sino el porqué no enfrentamos las consecuencias de inmediato. En esos días me atormentaba al imaginar que de haber seguido a mi primo mayor nos habríamos ahorrado el regaño. Nunca me pasó por la mente que lo que habría evitado el regaño estaba más en la inacción: en no haber lanzado la piedra.

// El libro «Animal Spirits: How Human Psychology Drives the Economy, and Why It Matters for Global Capitalism» busca demostrar cómo el poder de las fuerzas psicológicas determina la riqueza actual de las naciones. El postulado principal es la necesidad de una participación activa por parte del gobierno para canalizar correctamente estos «espíritus animales». Es claro que el ser humano va a actuar (vamos a lanzar la piedra una y otra vez), por lo que es necesario que existan políticas económicas efectivas para salir de la situación actual y -sobretodo- evitar que caigamos nuevamente en una crisis similar. //

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Notas:

  1. Nuestra tendencia a la acción nos impulsará a tomar las medidas necesarias para salir de esta crisis. El arranque inicial dependerá de la efectividad en la instalación y difusión de las políticas económicas que soportarán el nuevo crecimiento, pero la velocidad tendrá que ver nuevamente con nuestros espíritus animales.
  2. Casi sobra señalar que no habrá política económica suficientemente efectiva para que en un futuro (una vez de que logremos un crecimiento sostenido) no caigamos en una nueva crisis. Los espíritus animales serán -en opinión de estos autores- nuevamente los responsables
  3. Puede encontrarse la presentación del libro en Princeton University Press.