Jueves ordinario: el colegio de Tacubaya

Mis recuerdos del Colegio Alemán giran invariablemente alrededor de la primaria. Estuve desde el kinder y también terminé ahí la secundaria, pero mi mente regresa una y otra vez a los salones de la primaria y al patio que fuimos ocupando según avanzábamos de grado. Es curioso, pues los únicos amigos con los que he tenido contacto son los que hice en la secundaria y que venían del plantel del Sur o del Norte: hicieron la primaria en el colegio ubicado en Tepepan o en Lomas Verdes, no en el de Tacubaya donde yo asistí.

La fotografía fue tomada en 1984 y es de la generación de sexto de primaria; se sacó con motivo de nuestra graduación. Reconozco todas y cada una las caras; de los estudiantes -por supuesto- pero también la de los profesores. Recuerdo muchos nombres y se me escapan muchos apellidos, pero los tengo aquí en alguna parte de mi cerebro. Ese año, como los cuatro anteriores, estuve en el grupo «B», con prácticamente los mismos 25 compañeros desde segundo de primaria.

Recientemente he encontrado a varios de ellos en el Facebook. La mayoría estamos casados y con hijos, o simplemente con caras y peinados diferentes. Me causa extrañeza contrastar esta sorpresiva actualidad con esas imágenes estáticas que quedaron almacenadas en mi memoria. Imágenes de ese niño tímido o de esa niña alegre que relaciono más con mi hijo que con esas fotos del Facebook que encabezan su nombre: Gonzalo y Adriana, respectivamente

Lluvia de imágenes en orden de aparición por grado:

De la pre-primaria: Paco y a Hans en recreo; eran compañeros de banca y a veces jugaban a ver quién era más rápido. De primero a Frau Gaytán; y a Francisco y a Roberto peleando todo el día. En segundo a Frau Möhl (increíble ver ese nombre otra vez) y a Ülrich. En tercero a Frau Berg, así como a Gonzalo y a Harald. En cuarto a Adriana, a Alexandra y a Pablo; también Frau Trujillo. En quinto a Herr Essig y a Erika. En sexto a Herr Huber (¿se escribe así?), a Mariana, a Verónica y a Karla. Y el viaje a Tuxpan.

Pues bien. Hoy por la mañana en un desayuno de reconocimientos de experiencia, salió a la plática el tema de la inseguridad. Lo que cada vez es más común y -afortunadamente- viene acompañado de ideas y de tips para defendernos de los delincuentes: del bando natural y del traidor.

// Por cierto que los niños  cuando juegan a policías y ladrones simulan correctamente la realidad. Unos corren y otros persiguen o dicen que persiguen. Lo valioso de este ejercicio infantil es la dinámica siguiente: el ladrón viola las leyes (pues es su razón de ser hacerlo) y el policía -en el nombre de la ley- también las viola: «Como soy policía puedo pasarme el alto», decíamos en la casa de mi primo cuando avanzábamos en nuestras bicicletas. El ladrón se pasa el alto, porque es lo que esperamos de él; pero el policía se lo pasa incluso cuando no debe y ahí es donde se generan todas las confusiones para propios y extraños. //

Regresando. «Pues sí -coincidimos- debemos asistir a la marcha del sábado». Aunque hay reservas en la sociedad sobre su utilidad, también hay ánimo, empujado por la indignación y un sentimiento común de tomar la solución en nuestras manos. La marcha como tal será un éxito, pero lo que le sigue es lo importante: que se ejecuten los planes que se están proponiendo. En términos generales estos planes coinciden en algo que parece obvio: que los jugadores del sistema de justicia (policias y jueces) hagan su trabajo y al hacerlo quiten a los inpetos y a los corruptos. Con un objetivo claro: eliminar la impunidad; o dicho de otra manera: castigar a los delincuentes. Así de sencillo y de complicado para una sociedad acostrumbrada a la palabra mas que a la acción. Aún así, seamos optimistas; un poco aunque sea,  pensando en nuestros hijos. Como sociedad nos toca organizarnos para dar seguimiento puntual a esos planes y evaluar los avances. También, llevar a cabo acciones de prevención; en lo personal y familiar, pero también en grupos de vecinos. No solo se trata de contratar vigilantes y sentarlos en una caseta, sino establecer células de vigilancia vecinal que se conecten con la policía municipal o delegacional. En el camino, surgen los ineptos y los corruptos, no antes. Por eso, lo único que no podemos hacer es quedarnos sentados o callados.

Terminando. Uno de los tips de hoy fue que la delincuencia organizada, principalmente los secuestradores que ya han democratizado a lo largo de la sociedad sus fechorías, están hackeando sitios de Internet donde grupos de amigos comparten fotografías y detalles de su vida personal. Así como el Facebook. La recomendación es compartir sin dar demasiados detalles. Cuando menos no ser muy obvios. Ni modo.

Jueves ordinario: la ligereza

http://www.mailxmail.com / Curso: Ejercicios Respiratorios Bioenergéticos

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«Pésima práctica», sentenció Víctor Flores, nuestro head coach de la temporada de 1984. «No tiene caso que vengamos todos los días si vamos a entrenar así: mejor colgamos un pizarrón -como en el panbol- para anunciar el día y la hora del partido. Nos reunimos 15 minutos antes y nos evitamos estar viniendo a lo pendejo». La escena sucedió en Plateros, en una tarde soleada de ese verano, donde se mezclaba la apatía con el polvo levantado por el viento y el arrastre lento de píes desmotivados.

El deporte en México es más recreativo que formativo. Los equipos improvisados (principalmente de soccer) se reúnen solo el día del partido. Y el objetivo no es competir, sino convivir. Como no hay entrenamientos, las capacidades tanto estratégicas como físicas son muy limitadas. La noción de competitividad, por tanto, es prácticamente nula. Pocos -muy pocos- son los mexicanos que practicaron o practican deporte que vaya más allá de la mera recreación.

Jugábamos en la categoría «Pingüicas» y la temporada fue bastante buena. Logramos sacudirnos la rebeldía de los 13 años y pudimos -nuevamente- integrar un equipo carismático y focalizado en un objetivo: salir campeones. El cambio a la pubertad fue un poco difícil, pues ya asistíamos a la secundaria y los intereses se descarriaban del campo de entrenamiento. Aún así, el nivel de competencia de ese equipo de la Liga Afaimac fue muy bueno. Condición y golpeo; motivación y trabajo en equipo; técnica y jugadas bien ejecutadas.

El deporte en México busca también fines sociales. La ida al estadio o la reunión para ver «el juego» es un buen pretexto para convivir con los amigos. Por ello, la opinión sesuda o el análisis profundo no encajan. No falta el par que se engancha en una discusión sobre «el mejor de la época» o «el equipo más ganador», lo que por cierto anima la reunión y permite disfrutar de comentarios ocurrentes que arrancan carcajadas. Pero ninguno se toma en serio esas polémicas. Pues el objetivo no es acordar, sino disentir para animar. El objetivo es reunirse y el deporte es un buen pretexto. Los protagonistas no son los deportistas, sino los cuates y si acaso los comentaristas.

Todos los días había que vencer nuestro estado de confort y realizar un segundo esfuerzo. Todos los días había un ejercicio final que nos recordaba que podíamos dar algo adicional. Para no quedarnos con algo ahí en el vientre. Vaciarnos y salir exhaustos. Llenos de humildad y a la vez de rabia por esa mala suerte de coaches desconsiderados. El uniforme de ese año fue de un gris que intentó ser plata. Los cascos azules y los tacos negros. Los copetes incipientes y los scrimages contra las categoría de arriba, la de «Mosqueteros». A los que por cierto les dábamos gustosamente una barridita con ejecuciones limpias y golpeo basado en la técnica. Sé que lo dije antes de otra manera, pero recordarlo me lleno de alegría.

El deporte en México es un evento, no un hábito. En el mejor de los casos es por ciclos o temporadas, no parte del plan de vida. El deporte es surrealista en toda la expresión de la palabra. Estamos ávidos de ganar, sin hacer el esfuerzo requerido o tener el entendimiento pleno de lo que significa tener un nivel razonablemente competitivo. Muy pocos (lo dije, ya sé) han experimentado y por ello saben cómo debe prepararse alguien para lograr un objetivo que traspase la «cascarita» del fin de semana o la carrera de ruta de chacoteo. Muy pocos lo hacen parte de su vida.

El día de la final llegamos convencidos de que ganaríamos el partido. Por cuestiones que poco vienen al caso en este post, no hubo celebración. Nos preparamos, pero no se dio el resultado. No ganamos, pero tampoco perdimos. Se suspendió el juego y en la mesa se definió un campeón de papel por decisiones de gente de pantalón largo. ¿Cómo sucedió esto? Pues, precisamente porque no se respeta el esfuerzo y mas bien se busca el premio sin comprender el sentido de recompensa.

Por ello, las opiniones sobre el deporte en México no deben tomarse en serio. Son ligeras e ignorantes en la mayoría de los casos. Y esta reflexión me alivia: pues puedo descartar toda esa rabia absurda que se escucha y escribe por doquier sobre el desempeño de la delegación mexicana en los Juegos Olímpicos de Beijing. Solo para terminar y no dejar esto que me aprieta ligeramente el pecho: todos y cada uno de los atletas mexicanos son de alto desempeño y su nivel es de calidad mundial. Si ganan o no una medalla, eso no les quita su pertenencia a esos pocos -muy pocos (lo dijé, sí)- mexicanos que tienen al deporte en su corazón. Adentro y como parte de su vida.

No hagamos caso, entonces, a quienes por no sé que factores psicológicos (históricos y también presentes) critican con ligereza. No toman en serio el deporte que beneficiaría su cuerpo en caso de que lo practicaran; y tampoco toman en serio la lógica y el razonamiento, que beneficiaría su mente en caso de que la ejercitaran.

Por cierto, ligereza en la mente y pesadez en el cuerpo. ¿Será relación inversa?

Jueves ordinario: el asalto

“Tu amigo se parece a un carnal que anda buscando la pandilla de ‘Los Ocaranza´”, me señaló uno de los dos tipos que nos abordaron en el cruce de Periférico y Barranca del Muerto. Minutos antes nos habíamos bajado del camión que tomamos desde Cuemanco. Veníamos de entrenar. Era el verano de 1985 y teníamos 14 años. Un poco ingenuos -Julián y yo- nos volteamos a ver. “¿De qué hablan estos güeyes?”, nos comunicábamos sin decir palabra. “Mejor nos acompañan”, dijo el otro y continuó: “Vamos a meternos por la otra calle y los protegemos”.

Unos años antes, veía en casa de mi tío Marcos una entrevista televisiva que le hacían al padre de un niño recientemente secuestrado y asesinado. Con una pistola en la mano, el señor agraviado afirmaba que como el gobierno no hacía su trabajo de seguridad, él tomaría esa responsabilidad para proteger a sus hijas. Me parece que su apellido era Arizmendi. Tenía unos once años y visualizar la escena me impresionó muchísimo. El niño en cautiverio, atrapado y sin poder hacer nada contra esos maleantes; el padre de familia tratando de conseguir el dinero que le exigían, fuera de sus posibilidades; y al final, la muerte de un niño de mi edad. Había sido compañero de escuela de mi primo. Quedé marcado.

Tardamos unos segundos en darnos cuenta que nos estaban asaltando. El factor que nos confirmó nuestra sospecha fue el cuchillo que nos enseñó uno de los maleantes. Venían en bicicleta. “¡Acompáñenos! Sin panchos para que no les pasa nada”, ordenó. “Los estamos ayudando”, complementó el otro. Entramos por la calle de Andes y doblamos a la derecha en Alpes. En la esquina que forma la calle, nos sentaron en la banqueta y empezaron a revisar nuestras maletas. Cascos, hombreras, tacos, tenis. Todo. Nos temblaban las piernas y lo único que queríamos era irnos de ahí. Las carteras también. Se subieron a sus bicis con las maletas al hombro, no sin antes dejarnos 10 pesos para el camión y un par de tenis: “Para que no se vayan descalzos”, gritaron y se escabulleron con una sonrisa en el rostro.

Hace unos días tuve imágenes similares. Un niño en cautiverio. Un padre desesperado y un desenlace fatal. El sentimiento de frustración y coraje –aunque compartido con millones de mexicanos- no se compara con el de dolor y sufrimiento de la familia. Ni de cerca. Pero existe empatía, apoyo moral, indignación. “Pinche gobierno tan corrupto y tan inepto”, me viene a la mente. La combinación, por cierto, es explosiva. Y fatal para nuestra sociedad. Que se fractura con este tipo de sucesos. Ya es un tejido de cooperación entre autoridad y delincuencia para agandallar a la ciudadanía. Nos chingan una y otra vez. Y nos dejamos. Ahí esta la frustración. No hacemos nada y parece que lo que podemos hacer es muy poco.

Salimos corriendo hacia la calle de Cóndor y nos subimos al primer camión que pasó por Camino al Desierto. Ya arriba, nos quitamos los tenis que nos quedaban chicos. “Hijos de la chingada”. “Pinches putos aprovechados”. “Cabrones de mierda”. Con los ojos llorosos y el vientre generando y consumiendo bilis. Pero salimos; no nos golpearon; no nos lastimaron. Solo nos asaltaron y no pasó más allá. Ya al día siguiente reconocíamos la fortuna con la que habíamos corrido. Nos entregaron otro casco y otras hombreras. Dos semanas consecutivas nuestros padres nos llevaron y recogieron, sin necesidad de usar el transporte público. No denunciamos el delito a las autoridades. No se nos ocurrió. Nadie lo propuso, por cierto. No era una opción.

Escuchaba hace un par de días el resultado de una encuesta radiofónica, en donde más del 80% de los ciudadanos hemos sido víctima de un delito en el último año. Directamente o a través de un familiar cercano. También que el 99% de los delitos quedan impunes. Y de los que procesan, un porcentaje elevado no se integra correctamente por el ministerio público. Es decir, 4 de cada 5 ciudadanos somos víctimas de delitos. Solo 1 de cada 100 delincuentes es procesado y además no es seguro que sea sentenciado a una pena de cárcel. Impunidad, corrupción, ineptitud. Esas son las características de la justicia en México: Impunidad, corrupción, ineptitud.

Estos días la prensa ha dado gran seguimiento a las propuestas existentes, tanto del ejecutivo (federal y estatal), como del legislativo. Se organizan mesas redondas, donde los expertos (?) opinan y dan sus puntos de vista. No nos aburriré con las ocurrencias iniciales de nuestros políticos, pues en este momento son ofensivas. Tampoco señalaré que el rating de los medios de comunicación se incrementa.

Lo relevante es lo que está haciendo la ciudadanía: Organizando una marcha que va creciendo en afiliaciones, tratando de hacer sentir su fuerza. Las voces de indignación y de reclamo al gobierno empiezan a fusionarse en una sola. Es probable (muy) que esta iniciativa no resuelva nada por si sola, pero esta unión espontánea genera un poco de optimismo. Ojala que sea un detonante para hacernos concientes que somos nosotros los que estamos a cargo, no un puñado de políticos mezquinos. Que somos nosotros los ciudadanos lo que podemos y debemos exigir cuentas. Entre nosotros hay mucho talento y también muchas ganas por hacer que el país cambie. Estamos a punto de hacer la primera conexión de la retórica con la realidad. Impulsemos pues esta iniciativa y levantemos la voz en diversos foros, buscando y proponiendo soluciones. Que en las sobremesas hablemos de qué podemos hacer como civiles para defendernos y para pedir cuentas. Que se genere en nuestro inconciente colectivo una preocupación genuina que se traduzca en vigilancia continua de la autoridades. Que traspasemos de la indignación a la acción inteligente. Que imaginemos un país diferente. Que lo pensemos posible. Y que –en consecuencia- empecemos a impulsar nuestros esfuerzos para perseguirlo. Y vivir (o morir como se quiera ver) intentando hacer realidad el sueño.

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Notas al margen:

  1. Las palabras altisonantes las dejo no como un grito de frustración solamente, sino buscando reflejar la manera en que utilizamos cotidianamente el lenguaje en nuestra sociedad. Desde niños, sin distinguir género, clase social, ni circunstancia especial.
  2. La marcha será el 30 de agosto de 2008 y el detalle puede encontrarse en http://www.iluminemosmexico.org.mx/
  3. Esta marcha se llevará a cabo en las principales ciudades del país y escuché hace unos minutos que también se llevará a cabo en Los Ángeles y en Chicago.
Las ideas de todos. Foro ciudadano de propuestas.

Las ideas de todos. Foro ciudadano de propuestas. http://www.lasideasdetodos.com.mx/

Jueves ordinario: la emoción

Cancún 2002, Restaurante Outback. Durante la transmisión del partido que aparece en la pantalla.
Cancún 2002, Restaurante Outback. Durante la transmisión del partido que aparece en la pantalla.

La intensidad que los seres humanos le imprimimos a los temas es determinante en su desenlace. Ideas brillantes sin pasión tienen pocas probabilidades de suceder: incluso pueden quedarse en roces dentro de la mente que son ignoradas por la voluntad mediocre de ese ser indiferente y apático ante sus propias manifestaciones, o intentos de. En el extremo opuesto está el exceso de pasión que no permite que esa idea acabe de nacer: todavía no existe y ya algunos la han vendido, o incluso se está dispuesto a morir o matar por ella.

Pues bien. Uno de los QBs de la NFL que ha jugado con más pasión es Brett Favre. Titular indiscutible de los Green Bay Packers entre 1992 y 2007 anunció su retiro durante la temporada pasada. Pero a unos días de iniciar la temporada de 2008 manifestó su deseo por regresar. Y pese a la polémica desatada que incluía un jugoso bono por permanecer retirado regresará a los emparrillados. No como titular de los Packers, pero sí con algún otro equipo: ya circulan los  rumores de que los Jets de NY y Los Bucaneros de TB están interesados. Por alguna razón no me extraña esta situación. Tal vez porque el año pasado con un equipo modesto logró una marca de 13-3 y estuvo muy cerca de jugar otro Súper Bowl. La clave de una temporada tan exitosa fue nuevamente la pasión de Brett Favre. Sin duda. ¿Por qué retirarse entonces si después de pensarlo nuevamente se siente todavía joven y fuerte a sus casi 39 años?

En la chamba, es posible encontrar personas con esta misma pasión. Su emoción por decir y hacer las cosas es exorbitante, como si cada paso fuera determinante. Muchos no entendemos a estos ejecutivos, pues su hablar intenso parece agresivo y sus argumentos contundentes dejan de escucharse cuando sus ademanes rápidos distraen nuestra atención. También es su estilo. Un tanto desesperado al no darse a entender y con una leve frustración en los ojos al ver que sus compañeros no buscan el límite de su potencial. Y aunque «es solo un trabajo», para ellos nada es «solo una cosa». Transmiten pasión y contagian ilusión. Los he visto también provocar sentimientos encontrados. Y al darse cuenta de estos efectos, el personaje se revuelve buscando la fórmula para encontrar el equilibrio. Unos días transcurre controlado, sereno, pensativo y tal vez hasta distante. Pero no tarda en explotar su pasión y tratar de cambiar su mundo, su área de influencia, para impulsar un proyecto o buscar una mejora en la definición de una política. Ahí en su emparrillado, QBs empresariales que no son aclamados por la multitud, aunque sí reconocidos y también reclamados.

Pareciera que la solución para seres con esta pasión es la inteligencia y la distancia. La primera permanente, la segunda intermitente. La primera para mantenerse conciente de las consecuencias de sus actos; la segunda para enfriar un poco la calentura y ampliar la visión (o cambiar un poco el punto de vista). Claro, solución que busque equilibrio y una vida más o menos estable, aceptable. Pero no es una solución para quienes «se van» en cada instante -esperando tener otro sí-, pero dispuestos a dar la vida en ese que están viviendo con toda su emoción.

sisolomusica.blog.com.es

sisolomusica.blog.com.es

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Notas:

  1. Esa temporada de 2002, los Green Bay Packers terminaron con una marca de 12-4 y perdieron su primer juego de post-temporada
  2. En ese viaje, Bruno con todo y sus 7 meses conoció el mar del Caribe. En la foto parece buscar algo en ese océano de azul increíble; tal vez al capitan Jack, quien navegó por esos mares en su Black Pearl.
  3. Este jueves es el número 52. Confieso que he disfrutado enormemente escribirlo y compartirlo, así como recibir sus comentarios.

Cancún, Diciembre 2002