El discurso que casi todos quisiéramos pronunciar

Magistral discurso pronunciado por Denise Dresser el 29 de enero de 2009 en el Foro «México ante la crisis: ¿Qué hacer para crecer?» Subido en 3 partes, tal y como lo encontré en You Tube.

 


Jueves ordinario: la fórmula

«La fórmula es por la vía de los subsidios», señaló ayer uno de nuestros sesudos políticos, refiriéndose a la manera en que el gobierno debe enfrentar satisfactoriamente la crisis económica. Me recordó a las discusiones de los años ochentas y noventas centradas en el tipo de modelo que requería el país: que si el neoliberal es inhumano, que el comunista no aplica, que el de economía mixta se adapta mejor a la realidad, que… Así pasamos dos décadas enfrascados en diálogos teóricos, casi poéticos, más bien demagógicos e inútiles para el progreso del país.

Como sociedad, nos cuesta mucho trabajo comprender que la solución a nuestros problemas está más en la ejecución que en la concepción. Es muy clara en nuestra clase política y también en algunas esferas del mundo corporativo y empresarial, haciéndose presente con los famosos «negocios de saliva». Esta característica podría tener un origen en nuestro pasado indígena, personalizado con el Tlatoani. Este término fue utilizado por nuestros antepasados mexicas para designar a sus gobernantes; y su significado etimológico es «El que habla bien».

Sin embargo, el Tlatoani estaba lejos de solo poseer la habilidad de la palabra, pues además de conducir las decisiones políticas, era el mando supremo del ejército, ejercía la administración de la justicia y participaba activamente en asuntos religiosos. El último gran Tlatoani azteca, Cuahtémoc, encabezó el ataque conocido como el de la «Noche Triste», cuando expulsó a Hernán Cortés de Tenochtitlan, el 30 de junio de 1520. Resistió el embate de los españoles hasta el verano de 1521, cuando finalmente fue capturado, negándose a revelar la localización de los tesoros aztecas. Por cierto que esta historia me la contaba mi abuelo paterno cuando pasábamos frente al monumento erigido a este emperador azteca ubicado en la glorieta que forman Paseo de la Reforma e Insurgentes.

La fórmula para superar esta crisis no existe. Por la complejidad y profundidad de los factores que la causaron, sí, pero sobretodo por la incertidumbre inherente a la realidad; ésta (la realidad) que insiste en escaparse de los intentos continuos e infructuosos de nuestra inteligencia por capturar la esencia de nuestro mundo y traducirla en unos garabatos más o menos bien ordenados. Debemos aceptar que esas sistematizaciones y reflejos de la realidad, llamados también modelos, no son mas que una guía que nos permiten trazar las líneas de acción que habremos de recorrer, pero de ninguna manera sustituyen la responsabilidad que tenemos de llevarlos a cabo, de hacerlos suceder.

Es el recorrido, por tanto, el reto que tenemos ante nosotros todos los días. Una vez concebido y planteado el plan de acción, la energía y el talento se vierten sobre el terreno de juego, ahí donde las cosas suceden (bien o mal) y donde podemos mezclarnos con la realidad, disfrutándola y sufriéndola. Este 2009 nos plantea muchísimos retos que debemos enfrentar más y conceptualizar menos, distinguiendo sobre qué factores tenemos influencia directamente; para asegurarnos que en ese espacio (por pequeño que sea) tenemos cierto control y podemos ejecutar bien lo que nos toca. Sin fórmulas, con acción.

Acabando y hablando de cosas serias. Los planes de juego de los equipos que se enfrentarán el próximo domingo en el Super Bowl XLIII ya están conceptualizados, incluso probados y rediseñados por la experiencia de toda la temporada. Pero una vez que se dé la patada inicial, serán solo una guía, pues los factores y circunstancias que se presenten, exigirán que esos planes se actualicen y se adapten. En la ejecución se dará la diferencia y ahí, en cada jugada, los equipos buscarán demostrar quién merecerá el campeonato de la NFL. Serán claves las primeras series ofensivas de los Cardenales, así como un factor el número de balones que recupere la defensiva de los Acereros. Pero no hay fórmuas para ganar. Nunca ha habido, por cierto.

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Los Tlatoani mexicas fueron:

1° Acamapichtli (1375-1395); 2° Huitzilihuitl (1396-1417); 3° Chimalpopoca (1417-1427); 4° Itzcoatl (1427-1440); 5° Moctezuma I (1440-1469); 6° Axayacatl (1469-1481); 7° Tizoc (1481-1486); 8° Ahuizotl (1486-1502), 9° Moctezuma II (1502-1520). Cuitlahuac y Cuauhtemoc fueron los dos últimos Tlatoani que resistieron, hasta el final, la embestida de los conquistadores españoles en 1521.

Jueves ordinario: el descalabro

Ya habíamos pagado la cuenta y un murmullo cada vez más intenso cargaba el ambiente del restaurante. Llevábamos más de tres horas ahí y -aunque los niños habían estado jugando casi todo el tiempo- ya había sido demasiado para ellos. Estábamos a punto de irnos y de pronto escuché mi nombre con un tono enérgico y a la vez de preocupación: «Se descalabró Bruno».

Los adultos estuvimos hablando sobre Barack Obama y la toma de posesión que tendría lugar unos días después. También del gran furor que han desatado las novelas de Stephenie Meyer: «Algo hace bien», coincidimos mi cuñado y yo, sabiendo que difícilmente leeremos alguno de estos bestsellers. Más por convicción que por rebeldía, aunque he de confesar que sí siento un poco de curiosidad, pues las desveladas de mi esposa y de mi hermana fueron espectaculares mientras los leían; sin olvidar, cómo convirtieron en todo un evento una ida al cine para ver la película.

Mi calma desapareció cuando distinguí una gota gruesa de sangre muy oscura corriendo por su frente. Sus ojos reflejaban una preocupación intensa y la mueca de su rostro un dolor profundo. Lo cargué y de pronto ya estábamos en el baño: su cabeza debajo del grifo mostraba una herida de unos cinco centímetros con un corte irregular. «Pásale», le dije a mi esposa al ver que se quedaba en la puerta del baño de hombres. Le enjuagué varias veces la herida y después la presioné con un papel húmedo. Bruno seguía llorando, pero no se resistía a las instrucciones: «Baja la cabeza», «Véme a los ojos», «Baja la cabeza» … Paró la hemorragia.

«No se eligió un presidente», señalaba un reportero latino oriundo de Washington, el miércoles por la mañana, «los estadounidenses elegimos a un salvador». Buena falta hace, por cierto, una dosis de optimismo ante el recrudecimiento de las expectativas sobre la profundidad de la crisis económica. Lamentablemente ese miércoles – el primer día de trabajo del nuevo presidente del país más potente del mundo – las bolsas de valores lo recibieron con caídas significativas. Noticias económicas negativas al margen de quien llega con la encomienda de revertir la crisis más profunda desde la gran depresión de 1929.

Salimos del restaurante rumbo al hospital con un poco más de calma, pero sí muy preocupados. Más de treinta minutos en el tránsito de la ciudad de México, sábado cuatro de la tarde. Claro que cuando uno trae prisa (de ésta que sí es justificable) los demás coches vienen muy lento, los conductores ensimismados y los semáforos sin sincronía. Recordé una anécdota sobre empatía que demuestra cómo, en general, somos inconcientes sobre las preocupaciones de los demás. Finalmente llegamos y al anunciar que mi hijo se acababa de descalabrar, la sala de urgencias del hospital se movilizó favorablemente. Unos instantes antes de anunciar mi llegada, una serie de imágenes de burocracia e ineptitud recorrieron mi mente; afortunadamente no fue así. La atención fue rápida y efectiva; sobretodo la placa del cráneo y su respectiva lectura que era lo que más nos preocupaba.

John McCain, ex-candidato del partido republicano, asistió a la toma de posesión. A pesar de que apenas hace un par de meses contendía por la presidencia contra Obama fue a apoyar al nuevo presidente, contibuyendo a mantener una de las reglas más claras de la democracia de Estados Unidos: respeto a las leyes y reconocimiento al ganador. Es inevitable señalar el contraste de nuestra democracia en situaciones similares.

«Te van a tener que coser», le dije a Bruno lo más tranquilo que pude. Pero mi noticia solo alteró más su estado de ánimo … no paraba de llorar. Le describí que primero tendrían que inyectarlo para que no le dolieran las puntadas. Pensaba que al transmitirle cómo sería la operación, podría visualizarla y controlar el miedo. «Es mejor», continué al cabo de un rato cuando ya se había calmado un poco, «Te curas de una vez, en lugar de estar así toda la semana», dije con gran convicción, misma que solo desató lágrimas y un par de gritos: ¡No papá, no quiero!».

Tenía seis años, los mismos que él, cuando me descalabré con un bote de pintura que hacíamos volar varios metros con una catapulta improvisada. Jugaba con quienes muchos años fueron mis vecinos (Alonso y Miguel), mientras mi papá inspeccionaba la construcción de nuestra futura casa. Mientras le contaba la anécdota, le enseñé la cicatriz que ha perdurado en mi cabeza por más de treinta años. Recordé cómo me impresionó ver la sangre recorrer mis dedos y sentirla escurrir por mi frente como agua. También me zambulleron dentro del lavabo y también acabé en el hospital. Lo que no recuerdo fue si me cosieron, pero seguramente así fue por el tamaño de la cicatriz. Nos reímos cuando acabé de contar mi historia y sus ojos me lanzaron un agradecimiento que todavía siento aquí en el vientre.

Vimos otra vez la radiografía y señalando sus dientes y muelas pudimos distraernos, mientras esperábamos al médico cirujano. Llegó y cuanto antes puso sus manos a la obra, mientras Bruno lanzaba un reclamo final entre sollozos: «¡Me quiero quedar así toda la semana!». Tuvimos que distraerlo mientras el médico le introducía varias veces la aguja alrededor de la herida, diciéndole que todavía no le hacía nada. No sintió un solo piquete. Cuando se lo dijimos y al hacerse conciente de que no le había dolido, se tranquilizó. Enfrentó la operación con gran valentía, sin moverse y manteniendo la calma en todo momento. «¿Ahora qué haces?», preguntó varias veces para asegurarse que el procedimiento -que previamente yo le había descrito- no se apartaba del guión. Acabó y lo felicitamos. Acabó. Para él y también para los papás. ¿Quién habrá sufrido más?

Al día siguiente, mientras veíamos el partido de campeonato de la liga nacional, donde los Cardenales de Arizona ganaron merecidamente, Bruno ya corría y trataba de convencer a su abuelita de jugar fútbol; por supuesto con automáticas reprimendas de su mamá: «Solo por hoy». Lo increíble del caso es que la cicatriz ya casi ni se veía; la herida se escondía entre sus cabellos y el olvido en su memoria hacía su trabajo. La anécdota la contó varias veces y me parece que hoy ya no se acuerda de nada. Así es y probablemente el recuerdo le surja solo cuando uno de sus hijos se descalabre: tendrá cuando menos dos anécdotas que contar y tal vez en ese momento empecemos con una tradición familiar.

Jueves ordinario: los ganadores

Durante las vacaciones, además de disfrutar a mi familia y descansar como no la hacía hace varios años, me di el lujo de leer dos libros: “El mono que llevamos dentro”, de Frans de Waal y “El ocho” de Katherine Neville. El primero es un planteamiento sociológico, con bases científicas a partir del estudio de los chimpancés y los bonobos; el segundo es una novela de aventuras que gira en torno a un ajedrez milenario. En ambos, la lucha por el poder es el factor fundamental: por la supervivencia en el primero, por el dominio en el segundo. En ambos, los ganadores son los protagonistas.

Este fin de semana serán los partidos de campeonato de la NFL, tanto de la conferencia nacional como de la americana. Tres de los cuatro equipos son considerados como grandes sorpresas y es muy probable que uno de ellos gane el Super Bowl XLIII. Tengo preferencia por los Cuervos de Baltimore y los Cardenales de Arizona. Principalmente por sus QBs.

Los chimpancés se caracterizan por la violencia y las alianzas políticas en su lucha por el escaño más alto de su jerarquía. Es una comunidad machista, donde los líderes pelean hasta la muerte utilizando su fuerza bruta (que supera por cierto en varias veces la de los atletas humanos) para garantizar su reproducción: quien está en la parte superior tiene más hembras y por tanto más sexo. La relación de hembras por macho es (en cautiverio) de 3 a 4 veces a 1. Los bonobos, en contraste y describiendo al revés, mantienen una relación de 1 a 1 entre hembras y machos. Se caracterizan por la armonía y por una práctica de sexo excesiva y más bien democrática. Es una comunidad dominada por las hembras quienes intercambian sexo por poder. Evitan la violencia y el enfrentamiento. También tienen una jerarquía bien definida donde los machos son respetados por la posición de su madre. Ambas especies son las más cercanas al ser humano con una similitud de ADN superior al 99%.

Kurt Warner, QB de Arizona, con 11 temporadas en la liga, ha ganado ya un SB (cuando jugaba apenas su segunda temporada); haciéndose merecedor a un doble nombramiento en ese año: el más valioso del SB y también el más valioso de la liga. En una entrevista unos días antes del gran juego, en enero de 2000, señaló que esa oportunidad la había estado esperando toda su vida y no pensaba desaprovecharla, pues para eso se había preparado. Esta frase me ha seguido desde entonces: cada que tengo un reto importante, tanto profesional como personalmente, aparece este motivador de manera automática y queda un tintineo jugueteando en mi mente: “no pienso desaprovecharla …”

El ocho es el número clave de una fórmula secreta que está contenido en el famoso Ajedrez de Montglane. La novela transcurre paralelamente en dos épocas diferentes, siendo el tablero y las piezas el objeto deseado y dador de poder infinito a los seres humanos. La lucha encarnizada por obtenerlas es muy ilustrativa en cuanto a los partidos que los hombres (y mujeres) estamos dispuestos a jugar: empeñando nuestro talento y encontrando un sentido trascendente de nuestra existencia. Las protagonistas son mujeres, lideradas por la reina del ajedrez, que juegan más allá del tablero de ocho por ocho y que intentan evitar que los hombres poderosos (reyes de monarquías en una época y estadistas y capitalistas en otra, casi todos del género masculino) puedan reunir las piezas y alcanzar el máximo poder.

Joe Flacco es el QB novato de Baltimore. Con sus 24 años de edad y con una valentía irreverente ha logrado ganar ya dos juegos de playoff (récord para un QB noato). Sus números no son espectaculares en este año, pero sí su empuje al guiar a su equipo hasta estas instancias. Empezó su carrera colegial en la Universidad de Pittsburgh, donde casi no vio acción en su primera temporada: tuvo problemas con su beca y fue transferido a la Universidad de Delaware. En la semana 16 mostró su calidad y liderazgo al llevar a su equipo a la victoria contra los Vaqueros de Dallas, convirtiéndose de paso en el último QB en ganar un partido en el Texas Stadium. Tiene todo para llevar a su equipo a una victoria este fin de semana: potencia física, liderazgo y nada que perder.

La sociedad humana para Franz de Waal mantiene una herencia doble: la violencia del chimpancé machista y la empatía del bonobo matriarcal. De ambos heredamos la necesaria estructura jerárquica para mantener el orden. Estas características permanecen aún cuando la evolución humana se separó de ambas especies hace 5.5 millones de años: cuando bajamos de los árboles y abandonamos la selva, cambiándola por la sabana. Esta decisión nos exigió desarrollar habilidades diferentes (físicas y mentales), así como construir una estructura social distinta, con la familia nuclear en el centro y la monogamia como base de desarrollo de nuestros hijos. Nuestra carga genética contiene violencia y empatía (de chimpancés y bonobos) que se combina con capacidades mentales superiores, donde la conciencia es la que nos diferencia en nuestra manera de conducirnos.

Los favoritos para el domingo son los Acereros de Pittsburgh (sobre Baltimore) y las Águilas de Filadelfia (sobre Arizona), aunque cabe señalar que estas líneas marcadas por las casas de apuestas no han sido muy buena referencia en el playoff de este año: al contrario. Estos partidos situarán a los vencedores en la cumbre de su conferencia y sobretodo en la memoria de los niños. Al final de la temporada (en el Super Bowl XLIII) y por carga genética de millones de años tendremos a un solo equipo ganador y dentro de él al jugador más valioso: al máximo líder que representará el escalón más alto del escenario de este maravilloso juego.

La novela de Katherine Neville, la más leída en España en la última década, eleva a los ganadores en una posición diferente a la estructura jerárquica tradicional: dentro de sociedades secretas donde la gloria va más allá de la algarabía de la masa humana. Interesante planteamiento. Situando la empatía por encima de la violencia, pero utilizando la fuerza bruta como medio para derrotar a los chimpancés. Las más de seiscientas páginas derrochan un gran talento narrador y una imaginación histórica sorprendente.

Jueves ordinario: la magia

 

«Pásale», le repetí a Bruno varias veces al escuchar que tocaba la puerta. «No puedo» -dijo al fin con una voz entrecortada «estoy cargando mis juguetes». Fue hace un par de días: habían llegado por la madrugada los reyes magos.

Recordé esa sensación increíble cuando era niño y me iba a dormir la noche del 5 de enero; no podía relajarme de la emoción y siempre amenazaba con levantarme a media noche, cosa que no sucedió más que una sola vez: tenía 5 años y vi que mi papá «probaba los juguetes», según sus propias palabras al verse sorprendido por mi presencia en medio de la noche. Unos años después até los cabos de ese evento, pero nunca desapareció esa magia que regresa a mi vientre en estas fechas.

«Me iba a levantar a las dos de la mañana» -susurró Bruno mientras sacaba los juguetes de las cajas- «pero no me desperté». Casi sobra señalar qué escena apareció en mi mente. Agradecí silenciosamente que este año pasáramos nuevamente la prueba; esa a la que jugamos los papás para revivir la magia que nos cautivó de niños.

Pocas satisfacciones son tan intensas como las de ver a un niño (si es el propio más) ilusionado al escribir su cartita, esperar algunos días (o semanas) y finalmente descubrir que su sueño se ha convertido en realidad. No vi mi cara al abrirle la puerta, pero seguramente irradiaba una emoción envidiable.

Así, me levanté a trabajar (después de jugar algunos minutos con uno de los regalos) y llegué lleno de entusiasmo a mi oficina. Tal vez sea repetitivo, pero ¿para quién es esta magia y quiénes son los que más se benefician de ella?