Muerte Al (no Por) PowerPoint

La Muerte por Power Point es una expresión utilizada para representar un fenómeno que nos ha invadido desde hace más de una década. Y se refiere a la falta de productividad en las reuniones de trabajo, donde el expositor -utilizando una serie de láminas (a veces interminable)- mata de aburrimiento a su audiencia. Cabe señalar que este fenómeno no es exclusivo de las juntas. En los cubículos de Centro Bancomer (por citar sólo un ejemplo) se puede ver morir diariamente a cientos de personas. Mueren de improductividad.

Se han escrito miles de artículos al respecto y varias decenas de libros. Incluso en la red hay vídeos muy sarcásticos al respecto que arrancarán una carcajada al más serio. Aún así, la causa de la Muerte por Power Point ha sido mal diagnosticada: la mayoría de los analistas culpa de este fenómeno al uso deficiente de esta herramienta. Por lo que las soluciones propuestas se concentran en cómo conseguir una presentación efectiva utilizando diversas técnicas de manejo de las láminas.Contrario a sus suposiciones, esta muerte no surge por el uso deficiente de PowerPoint. No, la causa verdadera e incuestionable de dicho fenómeno laboral (que tantas horas nos hace perder) es la existencia en si de esta herramienta. Problema que se agudiza con el acceso libre y democrático que tienen los empleados a ella. Un sólo clic separa a la vida de la muerte. Lo primero que hay que hacer en las organizaciones es restringir el uso a unas cuantas personas clave (y desafortunadas).

Podrás sonreír e incluso aventurar un par de objeciones al respecto, pero piénsalo de nuevo. ¿Para qué rayos necesitamos el PowerPoint? ¿Es indispensable elaborar láminas con figuras volando de un lado al otro para comunicar una idea? Me parece que no, pues éstas (las ideas) han nacido, crecido y comunicado mucho antes de esta herramienta. Pareciera ser que lo único indispensable (aunque faltaría probarlo empíricamente) es la idea.

Hace unos meses, un Director Divisional de Ventas me confió lo siguiente mientras cenábamos en el restaurante China Grill del Hotel Camino Real: “Lo peor es que mañana nosotros tenemos que repetir el Comité”. Se refería a las reuniones mensuales de ventas que “inundamos” con presentaciones de PowerPoint. Se revisan de 12 a 15 documentos con 30 láminas en promedio cada uno. Es decir, se proyectan entre 360 y 450 láminas en un lapso de hasta 8 horas. Probablemente se estaba imaginando a sus Directores de Oficina haciendo esfuerzos sobrehumanos por mantener la atención en la reunión. Y a él mismo, tratando de enfatizar los mensajes importantes. ¿Cómo les llegaran estos mensajes a los vendedores?

No te aburriré (ni me aburriré) describiendo las miles de horas que he perdido en reuniones de trabajo que se basan en el PowerPoint. Solamente, menciono dos factores que casi siempre van de la mano en estos casos: la idea es débil y las habilidades de comunicación del expositor son deficientes. Aún sin PowerPoint la reunión iba a ser un fracaso. ¿Por qué, entonces, empeñarse en evidenciar estas debilidades a lo largo de 30 láminas?

Así, mi recomendación -surgida de varios años de experiencia en juntas estériles y profundamente aburridas- es la siguiente: Matemos al PowerPoint. Ya ha cobrado millones de víctimas en el mundo. Es momento de eliminarla y está en nuestras manos hacerlo.____________________________________________________

Notas al margen:

1. Si a pesar de todo lo que hemos revisado, decides utilizar esta “herramienta del demonio”, debes asegurarte de lo siguiente: la idea que buscas comunicar es relevante y el PowerPoint es la mejor manera de lograrlo.

2. También debes conocer muy bien a tu auditorio, considerando lo que algunos estudios señalan: el 25% estará prestando atención activamente, el 50% estará presente de manera intermitente (con múltiples y reiteradas distracciones en su mente) y el 25% restante estará ocupado pensando en sexo.

3. Recomiendo los siguientes links para mejorar tus presentaciones:

a) Life After Death by PowerPoint

b) Death By (not to) PowerPoint

Influencias 2 (cuento)

Con las persianas cerradas, distingo claramente qué tan ciego puedo ser. Soy invidente en potencia y – si me esfuerzo un poco – lo seré plenamente por siempre.

(R.F. Mayo 27, 2001)

Detestaba levantarme por las mañanas y recordar (también en mis recuerdos elijo) ese paisaje gris, lleno de tercer mundo. Con la azotea llena de ropa secándose y un tipo (le asigné un calificativo de huevón por tender ropa, en lugar de trabajar [sic]) adornando la mediocridad. Creo que había un cuartito al fondo. No sé, creo que eso sólo lo imaginaba: es que el desorden y la suciedad parecían ser algo que debía encajar necesariamente.Al fondo – si decidía levantar los ojos – se apreciaba el Ajusco. Majestuoso. Ensombrecido por la neblina o el smog (da igual) recargado en si mismo, parecía que en cualquier momento se pondría en pie (no sé si lo imaginaba en esos momentos): sacudiría su cabeza y estiraría sus brazos, luego abriría los ojos. Quien sabe, creo que eso lo pienso ahora, no en esos momentos. De cualquier forma, me he desviado de mi angustia. Nada conveniente, o tal vez sí.Decidí ver hacia el estacionamiento. Carros sucios y viejos. Tal vez no muy viejos, pero sí sucios; seguramente apestosos. Odiaba verme a través de ellos. ¿Qué hacían violando mi intimidad? ¡Estúpida ventana pelona! Ya faltaba menos; en unos días compraría esas pinches persianas que me pondrían lejos del alcance de tan desagradable vista.Luego recordé que había bajado en la mañana, con el horario de verano. Era más tarde de lo que parecía, pero ese jueguito de convenciones me gustaba. Aspiré el dulce sabor que años antes suspiré afuera de mi casa y cerré brevemente los ojos mientras caminaba hacia mi carro.Di vuelta a la izquierda y luego a la derecha, con el parque rodeando mi andar lento. Disfrutando cada instante, haciendo eterno esos recuerdos llenos de ilusión, pero sin conexión con algo que pudiera materializarlos. Perdido en esa dulce y falsa ilusión que puede – por si sola – existir para siempre. Esa ilusión atrapada en un instante lugar que es plena y eterna y – lógicamente – irreal: encerrada en un mundo inalcanzable. ¡Qué manera de hacerse la vida más transitable! ¡Hola idiota!

Me perdí por la calle de Ferrocarril, buscando al del periódico. El alto a veces me ayuda; pero a veces me juega mal, como deber de ser. Para que no me olvide que la rutina es asquerosa. No importó, igual mi decidia rompe con todas las tradiciones que he iniciado. Hasta ese vicio insoportable por pensar.

Y luego me veo atrapado para siempre en una lucha inútil por sobresalir entre tantos tipos con traje y corbata (les asigno un calificativo de lastimeros, por trabajar en lugar de pensar [sic]) que adornan el pequeño sentido de sus existencias. Creo ver coches y camionetas en el estacionamiento y papeles y computadoras con un montón de información que les apasiona, encerrándolos (¡encerrándonos!) en pláticas y discusiones estúpidas.

No sé creo que todo esto sólo lo imagino aquí – sentado – tratando de convencerme que más allá de las persianas (de estas palabras), de la azotea, más allá del Ajusco voy a encontrarme conmigo. Con ese ser (¿él?) que he buscado, encontrado, perdido. Encontrado y perdido. Mas bien perdido casi siempre y, por instantes, encontrado.

Influencias externas que me atrapan, me dominan, me seducen cual vil colegial deseoso de ser tomado en cuenta, de ser escogido para ser el quarter-back del equipo. Vitoreado por otros…

Jueves ordinario: la posibilidad

Tenía 11 años cuando murió mi abuelo Luis. Fue la primera persona cercana que moría. La impresión fue tal que no sabía si llorar o enojarme. Un cúmulo de emociones me invadió los primeros días y pregunté todo lo que se me ocurría acerca de la muerte. Y no quedé satisfecho.

Unas semanas después, al estar sentado frente al cuadro de mi abuelo, encontré una posibilidad a ese enigma que con tanta sorpresa me había tomado. El razonamiento más o menos era el siguiente: existían dos Yos, uno –el triste- ahí sentado, lidiando con una muerte indeseada e inesperada. Otro –el de siempre- jugando con mis primos sin preocupaciones.

Este pensamiento aliviaba mi dolor, pues daba paso a una posibilidad donde no estaba sufriendo en algún espacio o tiempo. Y eso –por sí solo- me permitía (y permitió) enfrentar la impotencia que me inundaba al imaginar que nunca más vería a mi abuelo. Ni sus ojos tristes, ni su sombrero sobre el perchero. Tampoco su caminar pausado, ni su voz suave y llena de sabiduría.

Unos años después, la noche anterior a una excursión, me deleitaba al pensar que el Yo de las vacaciones iba a aparecer por una semana. ¡Qué felicidad! Ese Yo (por cierto) siempre me ha caído bien. Y ahí –en mi recámara- se quedaría el otro, el Yo del colegio y de las tareas. “No te extrañaré”, me decía con una leve sonrisa.

La existencia de la posibilidad siempre ha ocupado mi mente. Como inicio natural de sueños y también como reflexión analítica de realidades perdidas. Cuando estudiaba en el Tec (en los 1990s) escribí unas líneas que nombré “Duda”. La idea central se basaba en la capacidad de tener el control de las posibilidades (de todas ellas). Ese control, sin embargo, sólo era posible en un punto específico de la decisión: previo a ejercer la libertad, pues una vez que eliges te atas al camino. Por ello, me resultaba muy atractivo permanecer en la “raya” que divide la duda de la gama infinita de posibilidades. En ese momento podía ser todo. Y nada a la vez.

Pues bien. En estas dos semanas se han tomado múltiples decisiones en la esfera pública (política y económica) y se han elegido caminos que impactarán en la vida privada de la sociedad. Como es natural, el ambiente se ha inundado de un cuestionamiento. Una duda (válida por sí sola) de si hemos seleccionado lo mejor, o cuando menos algo que beneficie al país y a sus habitantes. Algunos –incluso- se aventuran a decir que se seleccionó mal y se concentran en resaltar todos los perjuicios que acompañaran estas decisiones. Aparentemente, las recientes reformas (electoral y fiscal) tendrán un balance positivo en general para el país, sin embargo siempre existirá la duda (incluso la certidumbre) de que pudo hacerse algo mejor.

Siempre (en este caso político – económico y me parece que en todos los casos de la vida humana) existirá la duda de si lo que se ha elegido ha sido lo mejor. Y aún cuando los resultados sean positivos, cabrá el cuestionamiento y existirá la competencia de una posibilidad alterna que pudo ser más. La única certidumbre es que nunca lo sabremos.

Me imagino sentado frente al cuadro de mi abuelo, tratando de elegir cuál de los múltiples caminos es el que tomaré para ejercer mi derecho a la libertad. Exploro un par de opciones e imagino sus consecuencias. Y me regreso a la posibilidad de no elegir. Sacudo la cabeza. Y me veo elegir.

Regresando a la realidad del país. Es un hecho que el camino que se ha elegido no es el mejor. Puede ser –incluso- que ni siquiera esté dentro del “top ten” de las opciones que teníamos. Podemos “revolcarnos” en discusiones estériles sobre las múltiples posibilidades que existían para hacerlo o incluso convertirnos en profetas del fin del mundo, enalteciendo todos los defectos que de esta elección se derivarán. ¿Qué elegiremos, en lo personal y como grupo? ¿Qué tipo de hombre dominante existe en nuestra sociedad que contagiará a los demás para adoptar la actitud que asumiremos como grupo?

Una posibilidad es ese hombre derrotista, que se sumerge en su propia mediocridad y –paradójicamente- culpa a los demás de la falta de plenitud de su vida. Sus villanos favoritos son los políticos o los empresarios. Otra opción, es un hombre consciente de su entorno (y sus circunstancias) que a partir de ellas va construyendo el tipo de persona que desea ser. Tal vez lo logre o tal vez no. Pero seguro, en el camino, mostrará una actitud diferente, optimista y tal vez ingenua. ¿En cuál extremo nos vemos? Las posibilidades existen (y existirán todas las que queramos). ¿Por cuál estamos dispuestos a luchar?

Jueves ordinario: la oportunidad

En los años 1980s, cuando jugaba fútbol americano infantil, teníamos un ejercicio dirigido a aprovechar la oportunidad. Se llamaba 3ª y 8. Consistía (o consiste) en simular una situación que se presenta con regularidad en los partidos: la ofensiva tiene que avanzar cuando menos 8 yardas para lograr el 1° y 10. De lo contrario, debe entregar el balón al equipo oponente.El ejercicio es doble, pues prepara tanto a los integrantes de la ofensiva como a los de la defensiva. Posiciona mentalmente este reto y -a la vez- permite practicar diversas jugadas para incrementar la efectividad de éxito. En general, las ofensivas con más conversiones de 3ª y largo (8 ó más yardas) son las que más puntos anotan. De manera similar, las defensivas que evitan estas conversiones, las que menos puntos reciben.

Pues bien. Que hace una semana inició la temporada del fútbol americano de la NFL. Poderosos se vieron los Potros de Indianápolis: muy efectivo Peyton Manning y también muy potente la defensiva. En contraste, los Santos de Nueva Orleáns se vieron muy erráticos: Drew Brees (líder en yardas en 2006) tuvo 2 intercepciones y la defensiva permitió 288 yardas por pase y 3 TD por la misma vía.

La verdad es que no vi el partido, pero vi el resumen y ahorita estoy revisando las estadísticas en la nfl.com. Ese día en la noche nos reunimos (mi esposa y yo) a cenar con unos grandes amigos en el Hunan de San Angel. Nos sentamos alrededor de una mesa redonda muy cómoda y pudimos ponernos al tanto de nuestros asuntos. Muy buena la idea de Jorge de organizar la cena y aunque a él también le apasiona la NFL, la oportunidad de juntarnos no la íbamos a dejar pasar. Menos en el primer juego de la temporada.

El domingo tuve la gran oportunidad de estar con mi esposa y festejar su cumpleaños. Bruno y yo fuimos los sonsacadores. Convivimos con mis papás, hermanas y cuñado en la mañana. En la tarde con mi suegro, su esposa y la bisabuelita de Bruno. Muy padre, muy contentos. Por cierto que no nos dieron mesa en el restaurante Ostería del Becco pues no teníamos reservación, pero sí un niño. En contraste, en el restaurante Denominación de Origen el servicio fue de primera y aunque estaba lleno, nos consiguieron una mesa y la insertaron en un espacio que quedaba libre. Buen vino pidió mi suegro y excelente el jamón serrano de bellota. Mejor la platica y la compañía.

En México, la temporada empezó el 1° de septiembre, Ese día, las Águilas Blancas del IPN recibieron a los Borregos Salvajes del ITESM campus Monterrey. El juego lo vi en una repetición de ESPN y durante la transmisión hablé con mi tío Marcos un par de veces, pues parecía que los del Politécnico ganarían el juego. Ni modo tío, las diferencias todavía persisten, pero pudimos soñar con que podrían ganar. La verdad es que la oportunidad la tuvieron, pero muchas veces las tendencias pesan más. La inercia ganadora de los Borregos fue la determinante y no su mal desempeño en el campo de juego. Cabe señalar que no le voy a los del Poli, pero a muchos nos parece necesario que regresen a un buen nivel los equipos de las dos máximas casas de estudios: UNAM e IPN.

Regresando al domingo pasado, no vi los juegos de las 12 ni los de las 3, pero qué tal el de las 7 de la noche en cadena nacional. Regresando de festejar a mi esposa –como por obra de magia- llegamos 15 minutos antes del kick-off. Excelente, bajé mi lap top y frente a la tele me aventé una presentación que tenía que entregar al día siguiente. Aproveché que las defensivas no salieron al emparrillado y pude concentrarme en afinar unas láminas de Power Point. Por cierto, muy acertadas, como los pases de Tony Romo y en especial el del último cuarto cuando quedaban menos de 3 minutos que definió el juego. 45 puntos para los Vaqueros de Dallas contra 35 de los Gigantes de Nueva York.

También, durante el juego, pude revisar y analizar los resultados de la liga de Fantasy Football (FF) en la que participamos mi hermana y su esposo (desde Toronto), mi papá, mi otro cuñado, un par de amigos de mi cuñado, mi esposa y yo. La liga se llama Raspita Fantasy League (RFL: siglas por cierto muy afortunadas) y hay equipos como los Ginormous Crocs, Hello Kity y Metallica Skulls. Me reí bastante con algunas malas decisiones que tomaron algunos participantes. Es sorprendente cómo -a través de este medio virtual- puede lograrse tanta comunicación. Muy buena idea la de Marc, mi cuñado, de organizarnos para esta liga.

Hace dos semanas anuncié -por primera vez en más de diez años- que no llevaría la quiniela tradicional que muchos conocemos como Halcones 124. Marco, el esposo de mi prima, se ofreció a llevarla con mi primo Alex y me parece que salvaron una tradición que se remonta a más de 20 años. Esta quiniela ha tenido más de 50 participantes en algunas semanas de muy diversos grupos. Recuerdo que en el restaurante de mi tío Marcos participaban unos comensales de Aeroméxico y se llevaba a papel con manuscrita. Ahora, los «jugadores» se distribuyen entre varias compañias, principalmente los amigos de Pemex que siempre han tenido dignos representantes. El reto -ahora- es automatizar su concentración y distribución, así como los pagos de los premios. Seguro se logrará, pues la convivencia de tantos años alrededor de ella valen la pena. El único requisito para entrar es que te guste el americano y que pagues oportunamente.

En fin, ahora que ha empezado la temporada, tendremos la oportunidad de seguir frecuentándonos: reunirnos, hablar por teléfono, discutir o simplemente escribir un par de líneas al respecto. Sabemos que es difícil coordinar y sobretodo justificar ver tantos juegos y equilibrar bien otras actividades. Es como en los entrenamientos de la liga infantil: 3ª y 8. Sabemos que habrá fines de semana que tendremos que patear; en otros, conformarnos con un gol de campo, pero muchos más si lograremos el 1° y 10. A diferencia de lo que pareciera, para mí el 1° y 10 no es ver todos los juegos todos los fines de semana, sino pasarme un domingo como el de la semana pasada: con mi familia. Aunque debo reconocer que un fondo donde se escucha la narración de un partido de americano es la «cereza en un pastel».

Jueves ordinario: la indiferencia

Uno de los castigos más crueles que los niños pueden recibir es aquel que en mis años de primaria se llamaba “la ley del hielo”. En 1978, cuando cursaba primero de primaria, un grupo de niñas del Colegio Alemán dejó de hablarle a Silvia A. (una niña tímida que normalmente asistía a la escuela un tanto desarreglada). Me parece que todo inició como una broma (decían que olía feo), pero el tema fue creciendo a tal nivel que Silvia explotó en llanto unos días después y hubo que llamar a sus padres para que la consolaran. La reprimenda al salón entero a cargo de Frau Gaitán (mujer de voz potente y carácter fuerte) más o menos decía así: “¿Quiénes creen que son ustedes? ¿Quién les dijo que tienen el derecho de lastimar a una de sus compañeras, fingiendo que no existe? ¿En qué cabeza cabe?”. Y se tocaba -repetida y burlonamente- la cabeza con el dedo índice. Al año siguiente, Silvia ya no estaba en el colegio.

Pues bien. Que el PRD le quiere voltear la espalda al Presidente de México. El pasado 1° de septiembre los legisladores de este partido se salieron del Congreso para evitar cruzarse con Felipe Calderón, quien asistió atendiendo el mandato constitucional de entregar su Primer Informe de Gobierno. Asimismo, esta semana la ALDF (con mayoría del PRD) decidió no invitar al Presidente de México a la ceremonia del Primer Informe del Jefe de Gobierno del DF, Marcelo Ebrard.

Pareciera que -para el PRD- la existencia del Presidente es indiferente. Su estrategia para mostrarlo es ignorarlo a él y a las Instituciones del país. Tal vez piensan que si los ignoran, no existen. Recuerdo un libro de texto (también de la primaria) donde aparecía un niño revisando su mochila frente a la puerta de su casa. Buscaba su cuaderno de tareas, esperando que la nota de mala conducta ya no estuviera ahí. Nos reímos bastante en el salón al ver la expresión del niño cuando verificó que aún continuaba la mala nota. No fue suficiente desear que no existiera más.

En Economía hay un concepto de teoría de preferencias, basada en curvas de indiferencia. Básicamente sugiere que existen bienes o canastas de bienes que provocan una satisfacción equivalente. Por ejemplo, yo soy indiferente a un café de Starbucks que a uno de Krispy Kreme: me da lo mismo. Así, alguien puede ser indiferente entre comer dos hamburguesas o comer una pizza. Algunos incluso son indiferentes entre ver la televisión o ir al cine, o dormir. Es decir, existen cosas (tangibles o no) que nos brindan el mismo valor de satisfacción y normalmente son fácilmente sustituibles.

Sin embargo, la indiferencia entre personas o relaciones humanas usualmente envía una señal contraria. Es decir, finjo que me eres indiferente para provocarte una reacción. Como el grupo de niñas que aplican la “ley del hielo”: tú no existes para nosotras y sabemos (de antemano) que eso te hará sufrir. ¿Esa será la intención del PRD: hacer sufrir al Presidente de tal manera que no se inscriba al segundo año de su Gobierno?

Podría parecer un chiste, pero no lo es. Efectivamente, lo que busca el PRD liderado por su personaje mesiánico López Obrador es que Felipe Calderón abdique a su posición. Claramente la finalidad es dar un golpe de estado. Para ello, utilizan todas las tácticas posibles para descalificar (y restar legitimidad) a las Instituciones del país, desde las entrevistas de banqueta cotidianas (con frases como espurio y usurpador) hasta acuerdos formales en asambleas del partido y comportamientos de grupo para mostrar su repudio. Con el más grande castigo jamás conocido por el mundo infantil: la indiferencia.

La sociedad civil, por su parte, está destinada a tomar una posición determinante para el futuro del país. Si mostramos indiferencia al entorno político, podríamos vernos sorprendidos por una turba de barbajanes tratando de ultrajar el poder legítimo. Es por ello que no podemos darnos el lujo de ignorar a esta pléyade de individuos primitivos. Es necesario denunciarlos, evidenciar sus intereses mezquinos y con el mismo esmero del misionero hacer conscientes a quienes todavía creen en estos señores que son un mal para el país, pues representan el origen de nuestro subdesarrollo y son el principal obstáculo de progreso y bienestar para la población.

No podemos aplicarle la «ley del hielo» a la política. Ni ser indiferentes a las declaraciones de los personajes públicos. Podemos no estar de acuerdo con su ideología o su manera de conducirse, pero eso no implica que dejemos de verlos, de saber que existen. Como ciudadanos, debemos salvaguardar el sentido común, exigir cuentas a los funcionarios públicos, votar en las elecciones y alzar la voz cuando nos parezca conveniente. Así, hasta que dejen de insultar a la inteligencia humana. Y aún en ese momento, habrá que seguirlos vigilando, pues se seguirán inscribiendo año tras año a las elecciones, buscando posicionar sus intereses sobre los de la nación.