Jueves ordinario: el cierre

Atardecer en Alaska 

Por muchos años celebramos el fin de año en casa de mis papás. La reunión iniciaba el 31 de diciembre alrededor de las ocho de la noche, transcurría durante toda la madrugada y terminaba como a las diez de la noche del primero de enero. La tradición se inició con mis tíos Marcos y Alicia en la primera parte de la década de los 70s. Cenábamos pierna adobada o pavo inyectado; romeritos preparados por mi abuelita Anita y el tradicional y exquisito bacalo de mi mamá. Recuerdo que una vez hasta cocinamos el pavo en el horno que mandó construir mi papá para preparar la barbacoa

La fiesta se animaba con nuestros amigos que empezaban a llegar a partir de la una de la mañana. La música variada nos hacía bailar, cantar y también reír y llorar. Con los años se fueron sumando las parejas de los hermanos, primos y amigos. Amanecía poco después de las siete de la mañana y salíamos al terreno frente a la casa para ver cómo el sol se abría paso por arriba de los volcanes. 

Alrededor de las ocho de la mañana llegaba una segunda oleada de visitantes. Para desayunar pancita que preparaba mi mamá.Tortillas de comal recién hechas a mano; salsa de chile pasilla y una cerveza bien fría. Así, desfilaba más de una treintena de personas. Para esa hora ya estaba el desfile de las rosas. Pasábamos el día viendo los tazones de fútbol americano. Platicando y también soñando ese primer día del año. 

No era mi primera intención extenderme tanto en el relato de las fiestas de fin de año en casa de mis papás, pero fue saliendo el recuerdo. Lo comparto, entonces. Por cierto que nunca faltó la canción que interpretaba Tony Camargo: “El año viejo”, que mi papá repetía hasta el cansancio.    

Algunos cierres 

Cerrar forma parte de toda actividad humana. De hecho, el cierre final  -representado por nuestra muerte- es la fuente principal de los debates y creaciones filosóficas. Afortunadamente existen muchos cierres previos que experimentamos en vida. El más evidente y cotidiano es el cierre de cada día con la llegada de la noche que enfrentamos casi todos los seres vivos durmiendo. 

Los relatos, por ejemplo, están integrados por cuando menos tres elementos: introducción, desarrollo y cierre. El final es cuando menos tan importante como los otros dos y en ocasiones determina la calidad del aprendizaje e incluso el “sabor de boca” que nos llevaremos al terminar el libro, la película o la historia nocturna que nos contaron cuando niños. Los relatos necesitan del cierre. Unos, incluso, se construyen a partir de él.  

Un ejemplo de cierres en diferentes niveles es nuestra carrera escolar. Maternal, primaria, secundaria, preparatoria, profesional y postgrados. Cada uno además con sus propios cierres: anuales, semestrales, cuatrimestrales y trimestrales (dependiendo del nivel escolar) que normalmente acaban con la aprobación del curso. Y a su vez, estos ciclos se fragmentan en cierres más cortos: semanales, diarios e incluso el término de cada una de las clases.  

En los negocios, uno de los ejecutivos estrella es el conocido como “cerrador”. Es aquel que hace posible que un acuerdo comercial culmine exitosamente. Meses o incluso años de negociaciones pueden perderse si no hay en ambas partes un experto en cerrar

Los eventos deportivos también requieren forzosamente de un cierre. Incluso existen esquemas complejos de competición, donde los torneos transcurren en diferentes etapas: regular, post-temporada y final, emulando las viejas y efectivas prácticas para construir un relato o dar un discurso. Los boletos para asistir a una final pueden llegar a ser escandalosamente más caros que los de la temporada regular. Inconciente o concientemente todos queremos estar en el cierre. ¿Cómo perdernos el evento o acto con que culmina una vivencia deportiva? 

En la vida laboral los cierres también son fundamentales. Tanto para conseguir o superar los objetivos planteados con un esfuerzo extra, como para evaluar el desempeño de los colaboradores. Las empresas de clase mundial cuentan con herramientas muy efectivas tanto para evaluar este desempeño (a nivel individual y de grupo), así como para definir los objetivos y líneas de acción para el siguiente año. 

Existen otros cierres, como la terminación de una relación o la mudanza de ciudad de algún amigo. Aunque muchas veces no dependen de nosotros y mas bien pareciera que el azar es el responsable, tenemos mucho que hacer para enfrentarlos y en su caso aceptarlos para seguir adelante. 

Vivimos abriendo y cerrando temas. Hacerlo concientemente es fundamental para ampliar la concepción que tenemos del mundo y de nosotros mismos. Cerrar continuamente es una gran oportunidad para completar poco a poco nuestra existencia. Ser concientes y participar activamente en estos cierres nos ayuda a prepararnos para el cierre final. Ineludible y trágico, sí, pero no por ello improvisado o no esperado.  

Así, el cierre de 2007 es una excelente oportunidad para hacer un balance de lo realizado durante el año. Para evaluar nuestros logros a los objetivos planteados y distinguir también nuestras fallas. Servirá de base para definir nuestros objetivos de 2008

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Nota de cierre:  

Tres eventos marcarán al año 2007 como un año inolvidable para nuestra familia. 

Primero.- Cierre final de una vida maravillosa: El 30 de agosto falleció mi abuela materna, Cenorina Orozco Carranza

Segundo.- Comienzo de vida del primer hijo de mi hermana Ana: El 15 de septiembre nació Pablo Molina Frias

Tercero.- Comienzo de vida del segundo hijo de mi hermana Ale: El 30 de octubre nació Carlos Pijoan Frias. 

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Jueves ordinario: la palabra

Sarnborns Azulejos

Fue en el otoño de 1997. Asistimos doce sábados seguidos sin faltar más que a uno de ellos. Pasaba por mi primo Alejandro a su casa, diez minutos antes de las nueve de la mañana, hora en que iniciaba nuestro diplomado de Oratoria. Nos dirigíamos a una casa acondicionada para dar estos cursos en la calle de Hortensia, en la colonia Florida, al sur de la ciudad. No recuerdo exactamente bien cómo es que un Economista y un Ingeniero Químico recientemente contratados en su primer trabajo eligieron estudiar esta disciplina. Seguramente imaginábamos que en el futuro próximo nos serviría para desempeñarnos mejor dentro de nuestro ámbito laboral. 

Unos meses después me cambié a un área de capacitación, donde cada quince días impartía un curso de crédito. Mi primo ingresó a PEMEX y parte de sus funciones consistían en demostrar -con un modelo a escala- cómo es que la seguridad es fundamental en la petrolera mexicana. Sin duda, el diplomado se pagó con creces desde el principio. Pues una de las enseñanzas que hicimos nuestra en esos años fue respetar a la palabra. Utilizándola como medio para expresarnos mejor y sobretodo situándola como nuestra carta de presentación. 

En 2000 se vivieron cambios importantes en la empresa donde laboraba. Fuimos adquiridos por un grupo internacional y el proceso de fusión fue muy intenso. Precisamente trabajaba en el área de capacitación. Recuerdo que uno de los momentos más difíciles fue un rumor que circulaba por los pasillos, donde se afirmaba que nuestro jefe sería despedido. Así, nos reunimos Alfredo, Jorge, Rogelio y el que escribe en el Sarnborns de los Azulejos (ubicado en el centro de la ciudad). Los detalles no puedo difundirlos, pero básicamente acordamos seguir trabajando con la intensidad que nos caracterizaba, por una parte, y buscar mejores horizontes dentro de la empresa, por otra. Fue el Pacto de los Azulejos. Basado en la palabra. 

A más de siete años el pacto sigue respetándose fielmente. Los resultados han sido exitosos en términos generales y me parece que los cuatro encontramos más o menos lo que buscábamos. Sigue corriendo nuestra carrera profesional, por lo que realizar una evaluación de los logros podría ser parcial e incompleta. Lo destacable es que hubo situaciones difíciles que lo pusieron a prueba y en ningún momento hubo titubeo por parte del grupo. 

Hace unas semanas comimos con nuestras familias. Para ver los juegos de americano, pero sobretodo para reunirnos. La plática varias veces se desvió al trabajo, pero no salió el tema del pacto. De hecho, nunca ha salido desde esa noche de octubre de 2000. Se respeta y secretamente lo mantenemos vivo. 

También hace unas semanas me reuní con mi primo Alejandro y recordamos el pacto que hicimos hace trece años, un mes después del fallecimiento de mi primo Marcos. Fue precisamente aquí en Ixtapa, desde donde comparto un par de recuerdos. Contemplando el mar y sintiendo cómo la brisa recorre mi rostro.

Jueves ordinario: la repetición

  
“Nosotros también creíamos que íbamos a cambiar al mundo”, me dijo Mario Pérez una noche en casa de mis padres, cuando le leía una reflexión respecto a la revolución ideológica que escribí días antes. Unas semanas después de cumplir 16 años de edad. Me ofusque, pues ¿qué sabía él (ya casi en sus treintas) de la revelación que estaba experimentando en mi despertar violento? Lo increpé, preguntándole sobre sus hazañas para intentarlo y de los fracasos o sucesos que lo llevaron a darse por vencido. Notó mi malestar y buscó más bien una salida diplomática. Más enojo inundó mi pasión adolescente, pues “precisamente la discusión es el origen de la sabiduría y el choque violento de mentes el rompimiento de creencias anacrónicas”, resaltaba uno de los párrafos.
 
 Somos cíclicos. Transcurrimos alrededor de vivencias recurrentes. Aprendemos con métodos de prueba y error. Nuestros esquemas de convivencia contemplan y requieren de situaciones repetitivas. Sin embargo, el ser humano no está destinado a quedar atrapado en un retorno eterno. No, buscamos casi inconcientemente mejorar, tanto en cantidad como en calidad. De manera individual y también colectiva. La repetición nos sirve para afinar nuestras técnicas y repensar nuestras creencias. Cuestionarlas, transformarlas y abandonarlas.  
  
Por esos años, Gaby, una prima mayor que muchos años me dio clases de inglés y de filosofía elemental (como la concepción del infinito y la relatividad de las creencias religiosas), también con cierto aire de sabiduría superior, me adelantó que después regresamos a nuestras creencias. Justo después de explicarle porque es que no podía seguir profesando mi fe. Cíclico, me dijo: «Vas y regresas». Aunque no en el sentido que yo lo entendía, pues ¿cómo regresar a lo mismo? La recurrencia es ascendente o cuando menos diferente.

 Recientemente leí un artículo que invitaba a no escribir más. A menos de que se leyera primero a los clásicos. Pues a juicio del autor sobran los escritores mediocres. Es verdad que haber leído las grandes obras incrementa el acervo cultural, amplía la visión y agudiza los sentidos. Pero (y es un argumento de base) ¿qué leyeron los primeros hombres? Nada, cuando menos nada clásico. Y crearon, y escribieron. El diferenciador no fue (ni será jamás) el número de páginas que traemos arrastrando sobre los hombros. No, lo que hace la diferencia de un artículo, un poema, o un post (para no irnos a las grandes obras) es la actitud de quien escribe. De buscar con tesón el origen de las cosas, describiéndolas, explicándolas, explorándolas, comprendiéndolas, admirándolas, llevándolas más allá, relacionándolas, haciéndolas suyas y -con ello- llenándolas de pasión. Y si a esta actitud la complementamos con talento no habrá faltado que el genio haya leído un solo verso de Shakespeare, ni los diálogos de Platón. Mejorará cuando los lea; sin duda. Sin embargo, quien los haya leído y releído, sin contar con una actitud de origen ni con una pizca de talento, solo logrará repetir los clásicos en el sentido que me decía mi prima.
 
Dado que en toda actividad humana la repetición es un método indispensable para desarrollar y mejorar nuestras capacidades, el cuestionamiento también debe incorporarse. Sin embargo, esto no necesariamente es bien aceptado. Recuerdo que en los años de universidad nos pidieron un trabajo sobre la famosa obra de Octavio Paz, El Laberinto de la soledad. Un par de alumnos osamos disentir de este Premio Nóbel de literatura, en cuanto a los obstáculos del mexicano para ser mejor. Afirmando que las nuevas generaciones seremos capaces de quitarnos las máscaras y encontrar nuestro origen. Y construir a partir de él nuestro destino. Libres sin estar predeterminados. Sin discusión, la nota fue baja con todo y comentario sarcástico. Aparentemente, hay clásicos intocables
 
 
Seguramente no cambiaré al mundo como creía a mis 16 años. Cuando menos no solo. Pero estoy convencido que somos muchos en diferentes frentes que todos los días estamos haciendo algo para lograr que sea mejor. Sin temor a pecar de optimista, me parece que lo estamos haciendo relativamente bien. Sobran los datos que avalan estos resultados en esperanza de vida, comunicación, lujos, educación, vida laboral y en casi todos los ámbitos existentes. Incluso en medio ambiente, empezando ya con una conciencia global. Es verdad que existen tiempos o espacios de pesimismo, sin embargo siempre se verán renovados y transformados con nuevas generaciones impacientes por empezar a demostrar que ha llegado su turno. Repitiendo esta actitud de lucha que es inmanente a nuestra especie. Y que seguirá contribuyendo a seguir impulsando la espiral ascendente que se intuyó y demostró en la cultura griega. 

Jueves ordinario: la autogestión profesional

“History great achievers – a Napoleon, a da Vinci, a Mozart – have always manager themselves. That, in a large measure, is what makes them great achievers. But they are rare exceptions, so unusual both in their talents and their accomplishments as to be considered outside the boundaries of ordinary human existence. Now, most of us, even those of us with modest endowments, will have to learn to manage ourselves. We will have to learn to develop ourselves. We will have to place ourselves where we can make the greatest contribution. And we have to stay mentally alert and engaged during a 50-year working life. Which means knowing how and when to change the work we do”. 

Con este párrafo inicia Peter R. Drucker su artículo publicado en enero de 2005 en la Harvard Business Review, titulado, Managing Oneself. Ampliamente recomendable el artículo de Drucker, no únicamente para aplicar sus propuestas en la vida profesional. También son aplicables a las demás dimensiones de nuestra vida. Hay una versión en español que se vende junto con las compilaciones de la HBR y también puede adquirirse en amazon en archivo electrónico. Sirve además como una buena introducción para explorar el entorno de nuestras carreras profesionales y algunas acciones que debiéramos estar tomando al respecto.

Para complementar esta cita, repasemos tres situaciones que se están presentando hoy día: 

1.- Sobreviviremos a las empresas. En las generaciones anteriores, era muy probable que los empleados entraran a trabajar a una corporación que seguiría existiendo aún después de la muerte del empleado. Lo que implicaba que uno de los factores de éxito estaba directamente relacionado con la elección de la empresa donde trabajar. Para desarrollarse dentro de ella, crecer en la estructura y poder retirarse con una pensión suficiente para los años de vejez. Actualmente esto no es así. Lo más probable es que los empleados sobrevivamos a las empresas a las que actualmente estamos ligados. 

2.- Esperanza de vida en aumento. La esperanza de vida se ha incrementado dramáticamente por los avances de la ciencia y la mayor consciencia de prevención de salud. Lo que impacta la vida empresarial y laboral cuando menos de dos maneras. La primera: la edad de jubilación (donde siga existiendo) se está moviendo de 55 años a 65 años. En el futuro próximo es posible que se incremente a 70 años. La segunda: por lo anterior es un reto mantenerse sano física y mentalmente cuando lleguemos a los 60 años, pues muy seguramente seguiremos con una actividad profesional. (Es conveniente que los millonarios –que siempre serán minoría por cierto- también mantengan esta salud mental y física para lo que se les antoje). 

3.- Fusiones y adquisiciones. La tendencia competitiva global es claramente concentradora, lo que implica que las empresas sumen esfuerzos técnicos, estratégicos, financieros y de cualquier variable que implique un incremento en el valor de capitalización de mercado para concretar los objetivos crecientes de los accionistas, o simplemente para sobrevivir. Por ello, es muy probable que en nuestra carrera laboral experimentemos varias veces estos procesos transformadores, que muchas veces son muy traumáticos: ya sea por despidos masivos, ya sea por transformaciones internas de la cultura laboral. En la empresa donde laboro han existido más de 30 procesos de este estilo y la empresa está cumpliendo apenas 75 años. Claro, con un control accionario muy diferente al de hace 7 años.  

En este sentido, es indispensable dirigir nuestra carrera profesional desde la planeación. Para ello, extracto las principales recomendaciones de Drucker que seguramente nos ayudarán e evaluar que tan bien estamos gestionándonos a nosotros mismos. 

a)      ¿Cuáles son mis fortalezas? Es importante seguir la recomendación griega clásica de conocerte a ti mismo. Y además concentrarse en desarrollar estas fortalezas. Y no invertir mucho tiempo en áreas con muy bajo desarrollo.

b)      ¿Cómo me desempeño mejor? Principalmente está dirigido a saber de manera cierta cuál es la manera de aprender, por tanto de actuar. ¿Cómo aprendo mejor: leyendo o escuchando, hablando o escribiendo? ¿Destaco en solitario o con un equipo? ¿Cómo líder o cómo colaborador? ¿Bajo estrés o en un ambiente tranquilo? ¿En una empresa pequeña o en una grande? ¿Cómo tomador de decisiones o como asesor? ¿Cómo empleado o como dueño?

c)       ¿Cuáles son mis valores? Aquí recomienda la prueba del espejo. Consiste en que hagas lo que hagas, seas capaz de verte al espejo al día siguiente.

d)      ¿A dónde pertenezco? Conociendo muy bien los tres factores anteriores, podremos identificar en dónde debemos estar invirtiendo nuestro tiempo profesional. Es una consecuencia.

e)      ¿Cuál debe ser mi contribución? Normalmente pocas personas se realizan esta pregunta. Y cuando lo hacen lo resuelven parcialmente. Para lograr responder de manera efectiva debemos enfatizar en ¿cuál debe ser mi contribución? Dadas mis fortalezas, mi desempeño y mis valores, ¿cómo puedo lograr una gran contribución de acuerdo a las necesidades? Y sobretodo, ¿qué resultados debo obtener para ser diferenciador?

f)        Responsabilidad en las relaciones. Muy pocas personas han logrado resultados extraordinarios de manera individual. La mayoría trabajamos con otros y somos efectivos a través de la suma del equipo. En este sentido, es importante aprender a gestionar a los demás. No únicamente a los pares y a los subordinados. También al jefe. Drucker le llama “the secret of managing the boss”. 

En resumen, no es una opción más que tomemos la responsabilidad completa de nuestra vida profesional: es la única opción. Parece obvio, pero ¿lo estamos haciendo realmente?