En esta semana, el presidente de México, Felipe Calderón, señaló que -en cuanto a la seguridad- se realizarán los replanteamientos que sean necesarios. Y tiene razón. Es claro que el primer intento no ha sido el más afortunado, sobretodo si uno de los indicadores de éxito es el nivel de violencia del país. Algunos señalan que este costo debemos pagarlo como sociedad para desmantelar las redes tan arraigadas que se tejieron alrededor del crimen. Pero otros afirman que el costo no solo no debemos asumirlo, sino que es absurdo tratar de desmantelar algo que vive dentro de nuestros huesos. Lo primero, implica combatir de frente al crimen organizado; lo segundo, negociar con ellos. ¿Qué conviene? Escuché el otro día un comentario que señalaba que es mejor que las drogas lleguen a nuestros hijos, en lugar de los secuestros o delitos con violencia; que contra las drogas la familia puede defenderse con campañas de prevención continuas; y que contra lo segundo no hay mucho que hacer, que no sea lo que ya venimos haciendo desde hace mucho tiempo: vivir con miedo.
¿Alguien recuerda cuando, al llegar a un alto, manteníamos la ventana abierta? No hablemos ya de que jugábamos en la calle hasta que anochecía, porque eso parece ya una leyenda urbana de la que, bien a bien, nuestros hijos nunca sabrán si fue verdad. En automático, subo la ventana cuando llego a un alto; ya desde hace varios años. Una vez en un alto en el centro, intuí que un señor se me acercaba: subí la ventana y de pronto tenía a un drogadicto tocando en el vidrio con fuerza. Ni lo volteé a ver; era pacífico al final de cuentas y no pasó de un alertamiento. «Ten cuidado», es una recomendación que utilizamos en toda la expresión de su sentido y de nuestro deseo. «Que no te pase nada», parecemos rezar. Eso hacía de niño en la mañana: «Gracias, Dios, porque amanecí. Te pido que cuides a todos los que quiero»; en la noche: «Gracias porque no paso nada … sigamos así». Y encomendarme a una divinidad sanaba mi espíritu; así, de niño, sabiendo que había algo más, mucho más grande que mi individualidad. Ahora (alejado aparentemente de rezar) recurro a pensamientos similares cuando deseo (¿pido?) con toda mi alma que no nos esté pasando algo malo. Nos encomendamos a la fortuna; nos ayudamos con algunas prevenciones, pero la fortuna está jugando su partido. Que los dados nos favorezcan, sabiendo que desfavorecen a alguien ahora, mañana, siempre, ¿siempre?
Esta misma semana los protagonistas de la sociedad que encabezan los movimientos contra la delincuencia se hicieron escuchar con el presidente y a través de la prensa. Una declaración que me provocó poca esperanza fue la siguiente: «El gobierno es parte del problema, no de la solución». Lo dijo Martí y sugiere que la sociedad lo resolverá; si es que alguien lo resuelve, añado. Una joven con cuatro dedos mutilados habló en Los Pinos, pidiendo que hagamos algo. Un señor comete un autorobo dentro del Aeropuerto de la Ciudad de México. Por señalar solo las noticias de hace unas horas. La cereza es la aparición de «El Chapo» en la lista de multimillonarios de Forbes. ¡Qué locura! Yo voy y vengo al trabajo, del trabajo. Trato de cuidarme y cuando aparece una interrupción en mi mente hacia mi familia y amigos, rezo; tal vez creo inconcientemente que ese deseo de espíritu los protege.
El ejército está tomando las funciones de las policías municipales en ciudades con el mayor índice de violencia. Alguien me decía el fin de semana que los permisos para comercios en esas ciudades requieren dos autorizaciones: la del municipio y la del poder paralelo. Muchos negocios son extorsionados y exigen pago por seguridad; algunos empresarios han optado por cerrar y otros se han quedado y al negarse a pagar han visto cómo son saqueados y destruídos sus locales. Es verdad que pasa en pocas ciudades del país, pero el sabor de la inseguridad está por todas partes. Una desafortunada declaración de un funcionario estadounidense sugiere que México es un estado fallido; días después el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, anuncia que vendrá próximamente, al igual que Hillary Clinton, Secretaria de Estado de nuestro vecino gigante, quien viene para revisar el esquema de cooperación y a definir qué acciones faltan de acuerdo a las prioridades del nuevo gobierno.
Así, mientras los grandes planes se replantean o se refuerzan, sin saber realmente qué beneficios tendremos en el corto plazo, es necesario que en lo individual, en lo local tomemos previsiones. Comparto los tips de seguridad que publica México Unido en su página web, respecto al Automóvil:
- No uses audífonos ni celulares mientras vas manejando; debes poner los cinco sentidos en la forma en que conduces y lo que sucede a tu alrededor.
- Si tienes un modelo reciente o de lujo, no hagas alarde de ello.
- Trata de ser amable con los demás conductores.
- No les eches el carro ni a los peatones ni a los demás automovilistas.
- No des aventones ya que pueden estar asociados con un secuestro, inclusive llevado a cabo por mujeres muy guapas.
- Sólo acepta aventones de gente conocida.
- No lleves la música a todo volumen, además de no permitirte escuchar lo que pasa a tu alrededor, llama demasiado la atención.
- Cuando llegues a algún lugar no te quedes platicando en la calle.
- Procura tener siempre las llaves guardadas y contigo.
- Nunca dejes las llaves de tu casa en tu automóvil
- Utiliza los espejos retrovisores y observa los movimientos de los demás automóviles; si sospechas que te siguen, prueba una ruta alterna para verificarlo. Si lo confirmas, aplica tu «plan de escape» y dirígete a un lugar seguro.
- Obedece el Reglamento de Tránsito, así te evitarás muchos problemas innecesarios.
Hay más tips, respecto a extorsiones, secuestros, calle y demás orientaciones. Vale la pena revisarlo. La introducción a los tips señala: «En el supermercado, el automóvil, en la calle, al llegar a nuestras casas, en nuestro trabajo; la inseguridad está en todos lados y la situación no va a cambiar por arte de magia. Los ciudadanos debemos tomar conciencia de la magnitud del problema y denunciar los delitos, pero -simultáneamente- debemos tomar medidas para evitar ser víctimas.»
En la cintilla superior de la página puede leerse en este momento: «Han pasado 108 días 23:41:25 desde la evaluación del Acuerdo Nacional por la Seguridad, la Justicia y Legalidad»
Regresando. El compromiso (natural a todo gobierno) no solo de éste que parece más involucrado con el combate a la delincuencia deberá alimentarse continuamente; en revisión de su estrategia, tragos amargos en su táctica; golpes por traiciones. El ánimo no debe caer; desde el gobierno, sí, pues es su obligación, pero también impulsado por la sociedad. Ya lo hacemos en otros ámbitos: hoy mismo estamos enfrentando una crisis económica de un tamaño descomunal y -casi inconcientemente- vamos replanteando nuestras estrategias y objetivos de negocio, sabiendo que debemos estar alertas para reaccionar y de ser necesario cambiar el rumbo. Y al mismo tiempo, alimentando diariamente nuestra motivación y la de los equipos con los que trabajamos. El reto en esta época es mayor: tenemos dificultades de inseguridad y también de incertidumbre económica. Replanteemos y accionemos hasta dar en el clavo. No hay otra opción.
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