Jueves ordinario: el orgullo y la inocencia


Cuando era niño, escuchaba continuamente que como México no había dos. Que nuestro país era rico no solo en recursos naturales, sino también en tradiciones culturales y en personalidad colectiva; que nuestra historia respaldaba a una clase media creciente y que la democracia pronto se consolidaría; que teníamos una posición geográfica envidiable y que la clase política tenía una visión modernista que nos permitiría alcanzar el desarrollo en poco tiempo. Sí, todo eso escuchaba y eso mismo también lo creía firmemente. Eran los setentas y aunque había habido ya un par de devaluaciones, la fe de la sociedad era creciente.

// Llegamos muy temprano a los campos de Ciudad Universitaria. Mi papá me llevaba para jugar con los Pumitas. Caminaba muy cerca de él, subiendo las escaleras sin perder detalle del entorno: sobretodo me maravillaba la roca volcánica que por doquier animaba el paisaje. Llegamos a uno de los campos y unos niños de mi edad (cuatro años) pateaban una pelota que simulaba ser un balón. Estaba listo para entrar a jugar, pero un señor (días después supe que era el entrenador al que llamábamos «Piña») no dejó que entrara, pues «no puedes usar tacos aquí», compartió mi papá conmigo unos minutos después cuando salíamos rumbo al coche; decepcionados, pero con la firme intención de regresar. Era el año de 1975. //

En el periódico del Tec escribía en la sección negocios, de temas de economía principalmente. Mis artículos normalmente giraban en torno al optimismo y en sumar a la confianza de las políticas que el gobierno de Zedillo estaba impulsando. Ni siquiera la crisis generada en 1994 y materializada en 1995 impedían que encontrara motivos para animar mis reflexiones y con ellas intentar que mis compañeros se contagiaran con ellas. Sin embargo, lo que más lograba era levantar polémicas, principalmente con los profesores «duritos» egresados de la UAM y del Colmex; críticos todos ellos: desde el entonces nuevo esquema de pensiones que dio origen a la Afore, como de las políticas «neoliberales» instaladas por Salinas. Keynesianos todos ellos, creían firmemente en la intervención activa del estado para incentivar el crecimiento y corregir las desigualdades inherentes del mercado. Pero mis argumentos encontraban elementos varios (teóricos y retóricos) que me permitían seguir discutiendo el porqué el esquema cambiario libre era mejor que el controlado; o por qué la liberación de precios era mejor que el de los subsidios, o por qué el TLCAN impulsaría la economía a través de las exportaciones y cómo la competencia mejoraría la vida de los ciudadanos. No cedí al pesimismo y siempre busqué un motivo para entusiasmarnos en el recorrido que habíamos elegido.

// Los martes y los jueves eran los días de entrenamiento. Mi mamá me llevaba religiosamente con toda la seriedad de una actividad importante. Así lo sentía yo y con esa actitud llegaba a CU: el equipo tenía grandes jugadores -la mayoría eran más grandes- como el centro delantero de nombre Joao o el medio creativo con gran carisma (Rafa igual que yo); el portero con su suéter verde, Mauricio, y un medio de contención alto y de cabello rubio – del que que no recuerdo su nombre. A mi me tocaba el extremo izquierdo y desde ahí aportaba con velocidad y con tiros potentes a la portería. Los días de partido eran usualmente los sábados: ahí donde todos uniformados y con arbitros de negro (y en las finales hasta abanderados) nos ayudaban a que el partido fuera continuo en su proceder. Los gritos de la familia al costado de la cancha verde y bien cuidada y mis hermanas vestidas de porristas, con sus vestidos especialmente diseñados y pompones rojos que combinaban con nuestro uniforme: de ese equipo llamado «Pollos». //

Hace un par de días que iba rumbo a casa de mis papás para cenar pozole y festejar el 15 de septiembre; venía entreteniéndome un poco en el Facebook de la BlackBerry. Algunos de mis amigos compartían un «¡Viva México!» y otros un «Extraño las chelas y la comida», pero me llamaron la atención un par de comentarios que aprovecharon la ocasión para criticar al país y alimentar la desesperanza. «¿Qué festajamos con tanta pobreza y criminalidad?» decía uno y el otro:  «Pues ya ni modo, aquí nos tocó vivir». Fueron compañeros míos en la primaria, en los setentas. Estoy seguro que también tenían esa gran sensación y orgullo de ser mexicanos. ¿Qué pasó, qué les pasó? Al país ya sabemos cómo nos lo hemos ido acabando nosotros mismos (quienes no estamos en la política, principalmente por no participar activamente en las soluciones). Pero a ellos, ¿qué les pasó? ¿Por qué elegir el camino siempre seguro de criticar y -si es posible- de emigrar? Con qué poquito perdemos la fe. Claro, ¿a quién no le gusta ver un sistema ordenado que funciona como el de Estados Unidos y Canadá; o el de varios países de Europa? A todos (o casi todos) nos gusta. Pero … sí, pero alguien construyó eso: no fue por arte de magia, ni por generación espontánea; no, hubo un grupo de personas que solidariamente se unieron para mejorar sus vidas y con ello contagiaron a muchas vidas más que se sumaron a su esfuerzo. Es verdad que múltiples factores -además del entusiasmo- influyen en el éxito de las agrupaciones. De hecho, aquí en México, hay muchísimas comunidades pequeñas que son muy exitosas, desde grupos empresariales, escolares, laborales, deportivos, sociales … muchos. Bueno, es posible que hasta un pequeño grupo de políticos trasciendan los intereses mezquinos de los de su clase y genuinamente estén sirviendo y aportando.

// En la empresa en la que trabajo, una de las respuestas que mejor calificación alcanza es la referida al orgullo: de pertenencia y de ver los logros del equipo. Mexicanos en un 99% que somos capaces de trabajar coordinadamente persiguiendo un fin común. Alguien dirá que es una excepción y que la colaboración está sujeta a una conveniencia egoísta de quienes trabajamos ahí. Posibles ambas observaciones, pero sobretodo replicables a cualquier grupo. Cabe siempre el pesimismo, incluso cuando se va ganando alguien dirá que fue fortuna o un pobre desempeño del otro; cabe y existe para beneplácito de la mejora y la correción de los errores inminentes de nuestra acción cotidiana. Pero también cabe alimentar el orgullo al construir historias de éxito que sí tenemos en el país. Tal vez creemos que nuestras victorias no son lo suficientemente valiosas como las de los demás. Y es posible que no lo sean todavía, pero son victorias que debemos repetir una y otra vez; logros de los que debemos sentirnos orgullosos, por pequeños que sean. //

El sábado pasado festejamos el cumpleaños noventa de mi abuelita. La convivencia con la familia fue estimulante, pero lo mejor de todo fue presenciar el entusiasmo y la gran capacidad de disfrutar de Ana, la bisabuela de Bruno. Cantó, bailó, bebió un poco y hasta fumó. Está orgullosa de su vida y de cada uno de sus hijos, sobrinos y nietos; sus ojos ven con esa fe de la que sólo la inocencia es capaz de transmitir. No es ciega a los problemas que enfrentamos en la sociedad, pero tampoco lo es al reconocer los logros que ha tenido en su vida y menos a las victorias que sus descendientes buscamos todos los días. Esa actitud me recordó nuevamente mi niñez y esa sensación de que vivimos en un lugar increíble.

6 respuestas

  1. En uno de los viajes que hice a Europa, me llamo la atención cruzar de España a Marruecos,en el lado izquierdo estaba el Peñon de Gibraltar, que pertenecio a la Corona Española desde 1462 hasta 1782 unica posesión Britanica en el continente mediante el tratado de Ultrecht.

    Estaba parado viendo hacia el mediterraneo y pense en la curiosidad del Africa-Arabe, acto seguido compre mi boleto y me lanze cruze ese hermoso Mar Mediterraneo con un azul marino impresionante, tocando tierra Marroqui de inmediato cual abejas en enjambre se me acercaron los habitantes para ofrecer cualquier servicio y venta de productos ,segui mi camino y conoci varias ciudades de ese pobre país gobernado por una monarquía tal que el pueblo se muere de hambre, de inmediato como buen turista lo compare con México, y verdaderamente pense que no sabemos valorar lo que tenemos y solo nos la pasamos quejandonos, Marruecos sufre de una pobreza y una Dictadura Monarquica terrible.

    saludos.

  2. Rafa, antes que nada permiteme felicitarte por tu abuela, tengo el gusto de conocer a esa gran señora y con ello puedo re afirmar tu comentario, no somos obra de la casualidad ni de la generación espontanea, somos la obra de alguien, puedo ver en tu persona y tu familia a esa gran señora, de la misma manera como nación no somos casualidad, somos causalidad y si nuestra historia es tan grande como se reconoce en todo el mundo debemos entenderlo así, pareceiera que los únicos que no lo reconocemos somos nosotros mismos y nos lamentamos por los males que como a todo el mundo nos aquejan cayendo en causalidades de descomposición social, lo podemos ver todos los días en la televisión, violencia, corrupción, inmoralidad, irrespeto por la vida, ¿que hacer para corregir eso?, ¿que hacer para reconocernos nosotros mismos como un puebllo glorioso?, ¿que hacer para arrancar esos complejos estupidos de inferioridad y poder?, estoy seguro que ese mismo orgullo y coraje que ha caracterizado la historia de nuestro país hara que despertemos de este letargo y hagamos que esta gloriosa nacion y su pueblo resurjan como nunca antes, como un pueblo digno, orgulloso, felíz y lleno de exito.
    Yo tambien lo escuche pero mas que nada lo se COMO MEXICO NO HAY DOS.

  3. Estimado Alex:

    Muy buenos los conceptos que manejas y contrastas: valorar contrar quejarse. El primero es constructivo y el segundo sólo es un desahogo. ¿Cuántos kilómetros tendremos que recorrer para apreciar lo que tenemos en casa?

    Un abrazo.

  4. Gacias Héctor por tus felicitaciones y por palabras tan amables.

    Qué gusto leer que alguien se atreve a escribir con todas sus letras que sí hay confianza en nosotros como mexicanos. Estimula -amigo- y sé que no lo dices de dientes para afuera, pues todos los días contribuyes -a través de tus negocios- al progreso de nuestro país: generando empleos y riqueza; además de mejorar en la seguridad de otros negocios.

    Un abrazo.

  5. Rafa,

    Gracias por enviarme nuevamente tus reflexiones semanales, fue agradable convivir en el cumpleanos 90 de nuestra Abue y luego con Licha.

    Muchos saludos.

  6. Al contrario Horacio. Coincido en que ha sido muy agradable ponernos al día.

    Un abrazo.

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